La mágica realidad
noviembre 6, 2014 § Deja un comentario
—¡Mañana me caso, mañana! ¡Estoy muy feliz…!
Y comenzó a cantar.
Javier Solís nos canta un cuento de Massimo Bontempelli cuando interpreta “Muchacha bonita” (Manzanero-Molina Montes). Con el mariachi Nacional de Arcadio Elías y los arreglos y dirección de Rafael Carrión y Fernando Z. Maldonado, el tema se incluye en Boleros, boleros, boleros (1963) en penúltimo lugar del lado B. El cuento “El secreto” de Bontempelli se publicó en 1953, junto con otros relatos, en el libro L’amante fedele (ganador del Premio Strega). El cuento trata de lo que va la canción; la canción, con Solís, se escucha como el cuento. Por suerte, el texto está en línea en la página de la Universidad Autónoma del Estado de México, y pongo mejor aquí la liga para que le vayan a dar una leída (que al fin es breve): cuento. También se incluye en una antología de cuento italiano del siglo xx, editada por la UNAM y compilada por Guillermo Fernández. Lo leí ahí hace un par de años y vaya que me gustó. Hoy por la mañana puse a Solís y llegada la “Muchacha bonita” pensé, «¿dónde he leído esto?». La novia de Canuto (supongo a estas alturas que ya fueron a leer el cuento) es, por supuesto, la muchacha bonita: Hilaria. La letra de la canción guarda en su sencillez la historia de alguna Hilaria, pero la interpretación de Solís, ojo, nos revela el secreto en sí de esta particular Hilaria. Solís suprime el tiempo y aun en la letra de la canción —su primera parte— se mencione el fin de la vida de esta nuestra muchacha bonita, es después del puente musical —subrayado con un qué va javiersolista— cuando Solís vuelve a aquellos pentasílabos donde la muchacha bonita de anhelos eternos es en sí la Hilaria de Bontempelli. Dicho de otro modo, así como en el cuento sabemos y seguimos la historia de Canuto e Hilaria, y con el golpe maestro de Bontempelli presenciamos lo fantástico de su historia, así también con la maestría de Solís escuchamos no la historia de una solterona, sino la magia del velo de novia. Ahí, ahí con la novia, Solís enmarcó a la muchacha bonita (acaso como Bontempelli lo hiciera con un «mañana me caso»). Va pues la canción:
Hay otra (igual de) bonita con Solís, y aquí la hemos hablado, esta muchacha bonita es más bien única (incluso para el compositor Molina Montes que cuenta con otra “muchacha bonita” en su cancionero, y otras más registradas en el repertorio de la SACM por distintos autores). No se compara ni siquiera con la de José Alfredo Jiménez, lisonja que supera la composición de Manzanero y Molina Montes, pero que no alcanza la historia, insisto, intepretada aquí con Solís. Él que, como Hilaria, «supo cómo suprimir el tiempo en sí mismo».
Me soñé muerto
junio 16, 2010 § 2 comentarios
Incluída en el cedé Mi pecado, esta canción es parte del minúsculo grupo de composiciones de Armando Manzanero que Solís grabó. El resto son «Muchacha bonita», «Qué bueno que te vas» y «Que no te cuenten». La que nos ocupa le fue encargada expresamente al compositor para el repertorio javierista. Las cuatro son parte de aquél sencillo de 45 rpm: Armando Manzanero con Javier Solís, [EPC-797], con los mariachis Zapopan y Vargas, producido por Felipe Valdés Leal, arreglos y dirección de Fernando Z. Maldonado y Rafael Carrión.
Después de una introducción a base de sonoras (acaso fúnebres) trompetas, Solís abre de inmediato con tan lapidaria frase y describe, a partir de la exposición del cadáver, el después de la muerte. Interesante la breve figura que Manzanero nos regala en estos primeros versos, esto es, soñarse muerto y seguir soñándolo. Después de ello la letra prosigue con un recordatorio y advertencia que si bien guardan relación con el tema principal, de alguna manera lo quiebra y, de hecho, no ayudan del todo a redondear la canción (nótese que es en esta parte donde hay de por medio la inexperiencia). En la parte final de nueva cuenta escuchamos un me soñé muerto… (seguido de un certero … y desde entonces vivo) que, a saber por qué, termina cediendo su protagonismo a una pueril sentencia, «que lo que no miras muy pronto lo olvidas».
El título daba sin duda para más, sin embargo, lo que escuchamos —al fin Javier— cumple cabalmente con la intención del compositor, a saber: no hacer reclamo alguno, más bien, confidencia de, al mismo tiempo, un sueño y una premonición. O sea, que con todo y esos pequeños detalles de la inspiración de un todavía joven compositor Manzanero (un par de años más y entonces sí el botón florecería), Javier conduce con soltura para dejarnos así un mapa sobrio y muy a su altura.