Después de oír a Javier Solís

marzo 30, 2011 § 1 comentario

Me pasa que al acercarme a textos que hablan de la música y sus intérpretes, pienso siempre en Solís. Recién adquirí el número de la revista Artes de México dedicado a Música de la Independencia a la Revolución (núm. 97), donde hay, entre otras cosas, un ensayo de Manuel Gutiérrez Nájera dedicado a Ángela Peralta (entonces escrito en ocasión del monumento que se pensaba erigir al Ruiseñor). En sus líneas, intituladas originalmente «Antes de ir a la ópera»* (toda vez que esa noche, según el poeta, iba a oír La sonámbula), además del sentir por Peralta de Montiel —que es en sus propias palabras su primera reveladora de las grandes bellezas musicales—, el duque Job (como firmó originalmente dicho texto) nos explica sobre todo cómo es el arte de cantar esos escarabajos que llamamos notas (palabras, por cierto, que la revista eligió atinadamente como título). No entretengo más al lector y dejo que las líneas en sí, justifiquen el por qué Javier bien puede incluirse en el contexto. Aquí lo publicado:

No quiero oír Sonámbula sin preguntar anticipadamente: ¿por qué no hacemos el monumento que ha de guardar la Sonámbula nuestra?

Era yo muy niño cuando oí esta ópera por primera vez, y la cantaba Ángela Peralta. No la aplaudí entonces porque no podía aplaudir, pero lloré. ¿Por qué lloraba? Los niños lloran por las tristezas venideras, y los hombres…por las que se fueron.

Hoy, Sonámbula no complace mis ideales artísticos; sé algo más; siento acaso algo menos, pero estoy cierto de que Ángela Peralta hablaba a mi alma en ese idioma que se escucha sólo con los ojos cerrados, y también estoy cierto de que…no he vuelto a oír cantar a otra Sonámbula soñadora en ese idioma.

¿Es culpa mía? No lo sospecho. Releo el Rafael de Lamartine y aún me enternece. Oigo la Serenata de Schubert y aún me encanta. He oído a Adelina Patti en El barbero y me ha hechizado. ¿Por qué, pues, ya no entiendo La sonámbula? Sólo por esto, acaso: porque después de haberla oído a Ángela, la he oído cantar con la garganta, pero no con el corazón. Y el corazón es el que canta.

Un compositor escribe; traza en el papel esos escarabajos que llamamos notas; se oye a sí mismo y siente que ha expresado con verdad o con calor sus sentimientos. Abro la partitura del compositor, y a mí me parece un logogrifo. Me habla él en lengua extraña. Esas letras que él emplea no están en el alfabeto que conozco. Necesito, pues, que me traduzcan sus ideas. Y si el traductor es malo o mediano, paréceme la obra original, mediana o mala.

No pasa lo mismo en la literatura. El escritor francés será mal apreciado por aquellos que lo juzgan con arreglo a versiones inglesas o españolas. Pero, de todas suertes, siempre sus ideas quedan vivas, en pie. Perderá algo el estilo, la forma, en la viciosa traducción, pero no pierde nada el pensamiento.

El compositor musical, para ser apreciado por los profanos, por los que no conocen el alfabeto de ese idioma garabatesco o jeroglífico, necesita, hasta en su propio país, de colaboradores inteligentes, de correctos traductores. Ha menester del ejecutante o del cantante. Y el ejecutante y el cantante, para transmitirnos la idea o el sentimiento del autor, necesitan hacer suya esa idea o ese sentimiento…♫

~Manuel GUTIÉRREZ NÁJERA

Sobra insistir, pues, en la valía de Javier, quien —sabemos y escuchamos— supo hacer suyas tantas luces y sombras de otros: con el corazón (en la garganta).

¡Qué va!

*El Duque de Job, «Antes de ir a la ópera», en El Partido Liberal, t. XI, núm.1653, 14 de octubre de 1890.

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Solís Mariano

abril 10, 2009 § 1 comentario

Estos días no giran precisamente en torno a la figura femenina más importante de los católicos, sin embargo, María tiene por supuesto un papel importante. Estas líneas tampoco son en torno a algún tema litúrgico, pero sí, digamos, “paganamente mariano”. Solís grabó dos temas intitulados “María” (¿deuda se le podría considerar una “María Bonita”?… como fuere, ahí está su bellísima “María Elena” de Ernesto Cortázar, incluída en su grabación En Nueva York [1960]): “María (un beso te robé)” de Miguel Ortiz y, la que nos ocupará ahora, “María” de Stephen Sondheim y Leonard Bernstein, con letra en español de Mario Molina Montes. Ésta última es, tal cual, una muestra más de lo adelantado que Javier estaba de su tiempo.

Esto es, que antes que José Carreras (en 1984, i.e., con plenos 38 años) hiciera de “María” un tema algo más que la «canción del musical» (original de 1956) y la cubriera del arte de su voz —dotándola así del aura que hoy día, ha de reconocerse, el tema tiene gracias a él—, Javier Solís grabó (acaso en su último par de años de vida, 1965-1966, i.e., en sus 34) esta canción en una versión que apunta ya a aquella operística (como así se le conoce por muchos) de Carreras, concebida por el propio Bernstein. Aquí, por cierto, parte del documental de la grabación de tal versión y las peripecias de ambas leyendas.

Entonces, casi 20 años antes de que Bernstein tomara la opción de hacer de la voz de Carreras un medio ideal y preciso para tener el tritono concebido para esta particular canción y volverla cual aria o lieder, Mario Molina Montes le pone letra en español y Solís se encarga así de —además de tener la primera versión en castellano— dejar el precedente de, lo dicho, esa bellísima versión operística. Esto es, que ni siquiera gente como Johnny Mathis o Larry Kert lograron entender de tal manera la canción y sus grabaciones se quedaron en el campo de los tradicionales musicales. Aquí pues la versión de Javier:

Así las cosas, aplausos también al mencionado Molina Montes, pues gracias a él tenemos una versión es español que le hace justicia a la original: no es una simple traducción, es una cabal adaptación. Javier la entiende, y así junto con la música (a cargo del mariachi) deja ésa preciosa grabación que es ya para todos los tiempos y que, si me dejan acotar, recuerda en mucho a los himnos marianos. Sea pues: Solís mariano.

Por aquí nos vemos y leemos, ¡qué va!

Comparabilidad de Solís

abril 29, 2007 § Deja un comentario

Disculpas mil por haber dejado pendiente un tema que tenía ya en la mira y que gracias a un reciente comentario (de Lissita) en el blog, ciertamente es mejor dejarlo en claro: Javier Solís es el rey del bolero ranchero, ni más, ni menos. Lo cual implica, selectos lectores, que compararlo con voces de tenores líricos es un ejercicio que a poco o nada nos lleva. Mejor hablar del por qué Javier y su voz son lo que hasta ahora: la máxima interpretación de boleros rancheros. Sí, interpretó otros géneros y ciertamente lo hizo muy a su manera y de una forma por demás extraordinaria, pero de ahí a compararlo con voces como las de Genaro Salinas, Pedro Vargas, Alfonso Ortiz Tirado, Juan Arvizu, Plácido Domingo, Ramón Vargas, etc., no ha lugar. Claro, bien lo dijo doña Lissita: voces como la de Genaro Salinas son para cantos de otros niveles. O sea, he ahí el detalle, que no entiendo por qué voces de ahora como los Fernández (en algunas de sus interpretaciones, acotemos) insisten en sonar a tenores cuando están a millas de distancia de lograrlo. Javier Solís tenía en claro su papel y así en interpretaciones como, digamos, Granada no hizo más que dejar su sello e interpretar de la mejor manera posible. A lo suyo, pues. Un cancionero, subrayaba Javier.

Ahora bien, ¿las interpretaciones de boleros, rancheras y boleros rancheros son/suenan mejor en voces de, e.g., Salinas, Domingo, Vargas, etc.? No. Son interpretaciones ciertamente con una técnica, como diría Lissita (gracias por la ayuda), sin rasgos indeseables de los cantantes empíricos, pero he ahí el detalle, selectísimos lectores: no contienen tales rasgos que precisamente las rancheras, los boleros y los boleros rancheros necesitan. (Paréntesis para hacer mención de un recién cedé de Juan Diego Florez, Sentimiento Latino 2006, donde por fin logré escuchar algo más que técnica; es bueno el muchacho, que ni qué.) A final de cuentas, tal género de música es lo que persigue: expresar de la manera más llana (i.e., sencilla, sin presunción) un sentimiento humano. Y sí, ahí la grandeza de Javier, pues si se hace de una manera no solo sencilla sino única, carismática y sentimiental, ¡ya estuvo, muchachos!, más no se puede ni debe pedir, la misón está cumplida, y con creces. Parafraseando al buen Piporro: ¡qué cantante empírico tan empirado!

El resto será cuestión de preferencias. Yo sigo optando por Javier cuando quiero escuchar un bolero o una ranchera (¡o ambos!). El bel canto lo dejo para cuando quiero enterarme de acertijos de princesas u oler violetas (otrora camelias). Al César lo que es del César y a Javier lo que es de Solís, ¡qué va!

Por aquí nos vemos y leemos.

Paréntesis musical III

julio 8, 2006 § 2 comentarios

Pues bien, aquí un paréntesis musical para presentar este fresco video que nos recuerda la calidad musical de manufactura nacional. Rolando Villazón (Ciudad de México, 1972) es el chico maravilla de la ópera. Sensación ha causado en las Europas y, sobre todo, en Alemania. Es ahí, en Berlín, donde tuvo lugar este concierto. Júrame de Maria Grever fue interpretada de una manera realmente bella, ustedes juzgarán. En el concierto también estuvieron Plácido Domingo y Anna Netrebko (la chica maravilla y, dicen, heredera de las glorias de Callas). Un agasajo escuchar estas interpretaciones. Así, como este es un lugar de pura calida’, aquí el video de Rolando en vivo y a todo color desde Berlín, en el Waldbuhne (como parte de los eventos culturales del Mundial). Disfrútenlo.

[youtube http://youtu.be/hpZXlaVqrOw]

Ven como sí se puede hacer las cosas bien. ¡Bravo, Rolando! Por aquí nos vemos y leemos, ¡qué va!

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