Al entierro y anexas
agosto 16, 2018 § 3 comentarios
En su recién editado Paseos por la calle de la amargura (Debate, 2018) Guillermo Sheridan da cuenta de una carta (restaurada), fechada en octubre de 1966, de Carlos Fuentes a Octavio Paz. En concreto, Sheridan anota los párrafos que Fuentes eliminó de una edición de tal carta para la Revista Iberoamericana de la Universidad de Pittsburgh. Es larga, y una versión (resumida) se publicó en el portal de Letras Libres, y lo que me interesó en sí fue lo siguiente de Fuentes:
Ochenta mil estudiantes contemplaron con los brazos cruzados la caída del Dr. Chávez. Cien mil personas acudieron, en esa misma época, al entierro de un mariachi y pachuco, Javier Solís.
y la siguiente acotación, a guisa de explicación, de Sheridan:
El popular cantante de música ranchera y anexas Gabriel Siria Levario, cuyo nombre de artista era Javier Solís, que salía en el cine de charro lo mismo que de galán urbano, había muerto en abril.
Curiosa forma de evaluar el peso, rituales y estética incluso, de un personaje como Javier Solís. Curioso también que, por otro lado, recientemente Sheridan se haya preguntado, tras la muerte de Marie José Tramini y el aparente deambular de sus cenizas, «¿Dónde están? ¿a dónde irán a dar? Lo que menos importa, importa», y apuntado enseguida que «No son preguntas baladíes: los rituales funerarios, y los amatorios, son materia prima de la cultura.»
Los seguidores de Javier Solís gustan de sus rituales, cantante incluido, tanto como Fuentes o Sheridan han de gustar de los suyos. ¿Es necesario yuxtaponer la genuina preocupación por las tribulaciones de la vida política y universitaria con el funeral (entierro, escribió Fuentes) de un personaje público, y juzgar tal ritual incluso a través de una torpe comparación estadística del número de asistentes? Se puede expresar lo primero sin necesidad de insultar la pena de los otros ni mucho menos ningunear, volver baladí, al protagonista de aquella (que, por otro lado, ni culpa lleva pues, como dijera Luis Ignacio Helguera, «el velorio es una fiesta sin anfitrión»). Lo mismo puede decirse de la supuesta explicación de Sheridan –Javier Solís no la necesita– que no logra más que hacer eco de lo expresado por Fuentes; tal anexo (y sus anexas) resulta más bien desafortunado.
Queda claro que muy probablemente Javier Solís no entra dentro de los gustos de gente como Sheridan o Fuentes; también, que ambos no pueden expresar un interés por cierto asunto en particular de su universo cultural sin tener que insultar o menospreciar el gusto de la demás gente. Pero ya se dijo, «lo que menos importa, importa».
PS. Una coincidencia: Octavio Paz y Javier Solís murieron un 19 de abril.
Algunos de estos intelectuales sufren de gran envidia contra grandes Mexicanos como Jose Alfredo y Javier. Octavio Paz nunca alcanzará la inmortalidad ni la influencia cultural de un Jose Alfredo. Las canciones de Jose Alfredo son el mismo espíritu de Mexico mientras los poemas de Paz nadie pierde el tiempo de leer con la excepción de algún académico trasnochado. El lenguaje del pueblo resulta ser semillero de poesía auténtica en Jose Alfredo y la vulgaridad no la define como la condenaba Paz. El pueblo cría y decide la cultura no los académicos. Javier es la voz por excelencia del pueblo de Mexico. Tenemos voz y es la más bella. Nadie nos puede quitar esa voz que retumba a travez de Javier.
A modo de un adivino moderno, Fuentes le auguraba la muerte a Paz en una fecha apocalíptica, para México el 19 se ha convertido en un mito, más si le mencionaba a Solís en su carta, Solís el Señor de las sombras, aquel que tanto le canto a su amada, la muerte.
Ya vimos que el clasismo, que hoy se enseñorea en México, también tiene el mismo final que para cualquier mortal.
Me parece un gran dato la cifra de ciel mil asistentes al funeral de Javier Solís, por desgracia, se habla poco del impacto de la muerte de este gran ídolo, y sobre todo, de la cantidad de gente que acudió a su funeral, es muy importante dejar constancia de la gente conmocionada y dolida que acompañó a Javier a su última morada. Una muerte como la suya en estos tiempos modernos hubiera sido merecedora de hacerle homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes. No entiendo el por qué en su momento las autoridades no hicieron un homenaje póstumo por la muerte de una figura de la talla de Javier.