Lavanda de la banda con Solís

octubre 13, 2012 § 4 comentarios

Hemos ya referido algunas notas de aquél perfumado disco de Javier: Con Banda (1959). El disco es por demás especial. Además de la anécdota juliana, el javiersolista «Dios nunca muere» y el resto de centenarios valses, Javier Solís Con Banda bien puede ser piedra de toque de nuestro cancionero Solís. En once valses con banda sinfónica Javier fue más allá de su tiempo; no sólo miró al pasado musical de ese su México, sino también a cualquiera de sus deseables futuros.

Hoy está por presentarse en la televisión mexicana, en el canal 22, un proyecto (del INBA y CONACULTA) que involucra precisamente aquello que logró Solís: la banda en su esplendor. Las finas cuerdas de Solís maridaron al centavo con el gran peso de trombones, tubas, flautas, flautines, clarinetes, cornetas, en fin, esos vientos de la banda; esta vez ¡qué va! serán los niños quienes se encarguen de enmarcar tal perfume de la banda. Aquí el video de presentación de Ópera Prima: La Banda:

De músicos, poetas y locos bajitos hemos afortunadamente que tener. Javier, decía, hizo lo propio (y no precisamente aquellos quienes produjeron su otro Javier con banda), y tan bien que después, para la edición con mariachi, no fue necesario grabar de nuevo la voz de Solís: fija quedó (pues limpia estaba y, claro, daba esplendor; sólo se agregó «Noche azul» del compositor Espinosa de los Monteros).

Escuchemos los dos valses que restan de subir a la SOLISMANÍA (y así tener ya todo el disco en línea):

«Por ti aprendí a querer» de Lorenzo Barcelata

y «Mañana» de Victoria Eugenia Sepúlveda

Incluso con este par de grabaciones uno ya tiene para dar y regalar. La nostalgia hecha música en el arreglo de «Por ti aprendí a querer» es innegable, como lo es el talento de su compositor, el veracruzano Barcelata. Con «Mañana» Solís corta fino… finísimo, y lo sabe él mismo, ¡qué va!, exclama, y vuelve a bordar y rematar sin quiebre alguno. Lavanda de Javier.

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De 100

febrero 12, 2010 § Deja un comentario

Acaso como un tequila añejo y así de bueno, hay en el repertorio javierista un puñado de interpretaciones que hoy día, su contenido, alcanza ya el centenario. Canciones que vieron la luz hace ya cien años y que Javier tomó en cuenta para el enriquecimiento tanto de su propio acervo musical como el de la tierra que las engendró. O mejor dicho, para honor de sus creadores.

Por supuesto, la mayoría de ellas se clasifica como valses, toda vez que fue precisamente en las postrimerías del siglo XIX y primera década del pasado cuando tal género musical ocupa el primer lugar de popularidad, y motiva plumas y partituras varias de una pléyade de compositores. Ahora bien, fácil no es señalar la fecha precisa en que las obras se registraron y entonces calcular exactamente la longevidad de su alcance musical, empero, lo cierto es que en este 2010 tienen ya los tres dígitos de edad.

Solís, lo dicho, las graba a poco más de 50 años de existencia en la memoria musical de entonces, y deja así una muestra más (y mejor) de la belleza inmortal de tales composiciones. Es decir, la verdad sea dicha, Javier supera en mucho a los que le precedieron (incluyendo, por ejemplo, a Infante y su Dios nunca muere) y a los que le siguieron.

Dicho lo anterior, sirva este espacio para enlistar a las más viejas canciones que Javier grabó y que en este especial año (de centenarios y bicentenarios) se han de recordar de forma especial. Ojo, no todas son valses, hay dos que más bien son semilla de lo que será en mucho la gran producción mexicana durante tres cuartos del s.XX, es decir, la canción ranchera. Sea pues.

Encabeza la lista (cuya base es una muy sencilla variable: año de nacimiento del autor) el himno oaxaqueño “Dios nunca muere”, fechado en 1868, del maestro Macedonio Alcalá [1831-1869], letra de Cipriano José Cruz:
Sigue “Recuerdo de Alberto M. Alvarado [1864-1939]: 
Y el selecto “Club Verde, fechado en 1901, de Rodolfo Campodónico [1868-1929]:
Después, “Viva mi desgracia” de Francisco Cárdenas Larios [1872-1945]: 
Y la todavía muy viva “Alejandra”, fechada en 1907, de Enrique Mora [1876-1913]
Cierra esa primer tanda de valses “Cuando escuches este vals” de Ángel J. Garrido [1880-1924]  
Y se hace un espacio (paréntesis si se quiere) para: “La Malagueña de Elpidio Ramírez Burgos [1882-1960] que, se sabe, Javier interpretó y dejó apenas constancia en película con una participación especial junto a Los Calavera:

Parte ya de la etapa histórica revolucionaria la lista continúa con la entonces exitosa

Y la siempre excelsa: “Morir por tu amor” de Belisario de Jesús García [1892-1952]
Finalizando con, aquí la segunda excepción a los valses: “El adiós del soldado” de José María Garavito, quien, si bien colombiano, su adiós suele pasar —también— por mexicano… y tal cual es bienvenido a esta lista 

La lista pues concluye ahí por una razón muy sencilla: el siguiente compositor es Francisco Moure Holguín [1897-1964] cuyo vals «Julia» está fechado en 1924, luego tal obra tiene apenas 85 años por lo que queda fuera de la selección. Cierto, “Morir por tu amor” podría también quedar fuera, mas 5 años de diferencia entre la edad de los respectivos compositores me parecen razón prudente para asumir que quizá con 18 años Belisario haya dado a luz a su Morir. También, estoy dejando fuera de la lista a los restantes 3 valses grabados por Solís: “Por ti aprendí a querer” de Lorenzo Barcelata [1898-1943], “Noche azul” de Carlos Espinosa de los Monteros [1902-1972] y “Mañana” de Victoria Eugenia Sepúlveda [¿?].

Así, herencia invaluable son estas canciones no sólo por su ya inmortal contenido sino también por haber quedado en boca de Javier y su arte. Son estas joyas, su interpretación, la debida reverencia de Solís a aquella música que en este año reafirma plenitud (ello afirmado sin empacho) con unos merecidos ya 100 años de vida. Lo más, Javier con su canto las revistió de particular elegancia e insufló en ellas la serenidad necesaria para que hoy día puedan ser escuchadas sin dejos de arcaísmo.

En corto, la inigualable voz de Javier es, en este centenario, el mejor medio para seguir brindándoles un espacio por demás vivo. Un Javier Solís no de 10 sino de 100, ¡qué va!

Por aquí nos vemos y leemos.

Ojos de juventud

mayo 6, 2006 § 1 comentario

En este lado del charco, les cuento, ya el sol calienta y reconforta. Así, nada como una buena melodía que nos acompañe, nos valse, en estos días de la joven primavera. Entonces, si avezados son, reconocerán esta canción que el buen Solís nos hace el favor de cantar, ya verán.
Ojos de juventud es un vals ícono de la música mexicana con el que Arturo Tolentino (1888-1954), oriundo de Coahuila, México, se gana un lugar por siempre en la memoria musical. El tema ha sido grabado en repetidas ocasiones y en distintas versiones, que incluyen al mariachi y al salterio. Una joya, ni duda cabe. Y más, por supuesto, si es Javier Solís quien llora por la traición vulgar.
Solís acaricia las palabras, las valsa ciertamente, y el mariachi ahí haciéndole un acompañamiento que le deja girar de la más bella forma posible. Sólo Solís. Es una vals que así pedía una voz, una que más que quejarse de la traición, relatara de forma nostálgica lo que ya no se tiene, aquél amor bello a pesar de todo. Aquél amor que rompió un corazón de cristal con manitas de marfil. Un amor que no olvidará supremas ingratitudes ni juveniles ojos.
Está por demás recalcar la finura de la voz de Solís y su andar por las notas altas . Su media voz (que ciertamente es diferente a decir «a media voz») pasa, juguetea, del llanto a la traición sin problema alguno. ¿Alguna vez habrá una academia o MTV-unplugged que logre recrear tal belleza?… En fin. La melodía, ya les digo, seguramente será identificada y relacionada con una película mexicana que vaya que hizo honor a la cocina mexicana. ¿Se la saben? Que quede de trivia, entonces, ¿a qué película me refiero? Digamos, pues, que la canción formó parte del soundtrack.Sale vale, por aquí nos vemos y leemos. La canción de la semana ya está en línea, no dejen de escucharla. Buen fin de semana. ¡Qué va!

Canción de la Semana 12

abril 19, 2006 § Deja un comentario

Vaya semana, no me dejarán mentir, una sumamente especial y así también su canción. “Dios nunca muere” es literalmente un himno que es parte del tesoro de la música mexicana y del mundo. Macedonio Alcalá (1831-1869), en su lecho de muerte, nos regaló y dio vida a “Dios nunca muere”. Era el año de 1869 y don Macedonio partía desde su amada Oaxaca a un viaje sin retorno y nos dejaba altas notas que hacen reconocimiento precisamente a dicho viaje. Así, en esta semana del 2006 en que coincidieron eventos rodeados de magia y milagro, SOLISMANÍA presenta Dios nunca muere en voz de Javier Solís (y con banda).

Solís siente y entiende la plegaria. Ruega en lo bajo y en lo alto. Le sale del alma y ahora, en estos días, pareciera que nos canta desde muy arriba… desde todos lados. Ese grito, por cierto, tan suyo y que fue su marca característica, queda como parte de la canción: un grito de gusto y susto, ¡qué va!

Como vals que es, nació sin letra, empero la más conocida es una que hace justicia y que complementa de modo perfecto lo que la melodía es: una plegaria llena de nostalgia y fe. Y así como la letra tuvo que ser especial, así también su interpretación. Dos son las voces que se encargaron de hacerlo con suma justicia: Pedro Infante y Javier Solís. Ambas versiones son realmente buenas, sin embargo una de ellas alcanza la pureza necesaria y logra esa triple magia resultado de la música, letra y voz: la de Javier Solís. Ciertamente, ha de decirse, la versión más conocida es la de Pedro, pero Solís, lo dicho, se encargó de darle no solamente una voz sino también la mejor. Aquí la letra:

«Dios nunca muere» (Autores: música de Macedonio Alcalá, letra de Cipriano José Cruz)
Muere el sol en los montes con la luz que agoniza,
pues la vida en su prisa nos conduce a morir.

Pero no importa saber que voy a tener el mismo final,
porque me queda el consuelo que Dios nunca morirá.

Voy a dejar las cosas que amé,
la tierra ideal que me vio nacer;
sé que después habré de gozar
la dicha y la paz que en Dios hallaré.

¡Qué va!

Sé que la vida empieza en donde se piensa que la realidad termina,
Sé que Dios nunca muere y que se conmueve del que busca su beatitud;
Sé que una nueva luz habrá de alcanzar nuestra soledad
Y que todo aquel que llega a morir empieza a vivir una eternidad.

Muere el sol en los montes con la luz que agoniza,
pues la vida en su prisa nos conduce a morir.

En esta semana coincidieron la Pascua y los aniversarios luctuosos de Pedro y Javier (acaso lo sacro y lo profano, se dirá), ojalá que ustedes, selectos lectores, encuentren, como yo, en “Dios nunca muere” una oportunidad para revalorar esta vida nuestra llena de altas y bajas, y así al final poder sentir y cantar esta melodía que, seguro estoy, no sólo llena a nuestros paisanos oaxaqueños que se hinchan (merecidamente) de orgullo al escuchar tales notas, sino a todo aquél que sepa reconocer la inmortalidad de aquello que en vida sabe vivir y, finalmente, morir.

Sea pues esta canción una que acompañe la conmemoración y celebración de la inmortalidad de nuestros queridos gallos… en especial de nuestro querido Javier Solís, que nunca ha de morir.

Por aquí nos vemos y leemos. ¡Qué va!

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