De 100

febrero 12, 2010 § Deja un comentario

Acaso como un tequila añejo y así de bueno, hay en el repertorio javierista un puñado de interpretaciones que hoy día, su contenido, alcanza ya el centenario. Canciones que vieron la luz hace ya cien años y que Javier tomó en cuenta para el enriquecimiento tanto de su propio acervo musical como el de la tierra que las engendró. O mejor dicho, para honor de sus creadores.

Por supuesto, la mayoría de ellas se clasifica como valses, toda vez que fue precisamente en las postrimerías del siglo XIX y primera década del pasado cuando tal género musical ocupa el primer lugar de popularidad, y motiva plumas y partituras varias de una pléyade de compositores. Ahora bien, fácil no es señalar la fecha precisa en que las obras se registraron y entonces calcular exactamente la longevidad de su alcance musical, empero, lo cierto es que en este 2010 tienen ya los tres dígitos de edad.

Solís, lo dicho, las graba a poco más de 50 años de existencia en la memoria musical de entonces, y deja así una muestra más (y mejor) de la belleza inmortal de tales composiciones. Es decir, la verdad sea dicha, Javier supera en mucho a los que le precedieron (incluyendo, por ejemplo, a Infante y su Dios nunca muere) y a los que le siguieron.

Dicho lo anterior, sirva este espacio para enlistar a las más viejas canciones que Javier grabó y que en este especial año (de centenarios y bicentenarios) se han de recordar de forma especial. Ojo, no todas son valses, hay dos que más bien son semilla de lo que será en mucho la gran producción mexicana durante tres cuartos del s.XX, es decir, la canción ranchera. Sea pues.

Encabeza la lista (cuya base es una muy sencilla variable: año de nacimiento del autor) el himno oaxaqueño “Dios nunca muere”, fechado en 1868, del maestro Macedonio Alcalá [1831-1869], letra de Cipriano José Cruz:
Sigue “Recuerdo de Alberto M. Alvarado [1864-1939]: 
Y el selecto “Club Verde, fechado en 1901, de Rodolfo Campodónico [1868-1929]:
Después, “Viva mi desgracia” de Francisco Cárdenas Larios [1872-1945]: 
Y la todavía muy viva “Alejandra”, fechada en 1907, de Enrique Mora [1876-1913]
Cierra esa primer tanda de valses “Cuando escuches este vals” de Ángel J. Garrido [1880-1924]  
Y se hace un espacio (paréntesis si se quiere) para: “La Malagueña de Elpidio Ramírez Burgos [1882-1960] que, se sabe, Javier interpretó y dejó apenas constancia en película con una participación especial junto a Los Calavera:

Parte ya de la etapa histórica revolucionaria la lista continúa con la entonces exitosa

Y la siempre excelsa: “Morir por tu amor” de Belisario de Jesús García [1892-1952]
Finalizando con, aquí la segunda excepción a los valses: “El adiós del soldado” de José María Garavito, quien, si bien colombiano, su adiós suele pasar —también— por mexicano… y tal cual es bienvenido a esta lista 

La lista pues concluye ahí por una razón muy sencilla: el siguiente compositor es Francisco Moure Holguín [1897-1964] cuyo vals «Julia» está fechado en 1924, luego tal obra tiene apenas 85 años por lo que queda fuera de la selección. Cierto, “Morir por tu amor” podría también quedar fuera, mas 5 años de diferencia entre la edad de los respectivos compositores me parecen razón prudente para asumir que quizá con 18 años Belisario haya dado a luz a su Morir. También, estoy dejando fuera de la lista a los restantes 3 valses grabados por Solís: “Por ti aprendí a querer” de Lorenzo Barcelata [1898-1943], “Noche azul” de Carlos Espinosa de los Monteros [1902-1972] y “Mañana” de Victoria Eugenia Sepúlveda [¿?].

Así, herencia invaluable son estas canciones no sólo por su ya inmortal contenido sino también por haber quedado en boca de Javier y su arte. Son estas joyas, su interpretación, la debida reverencia de Solís a aquella música que en este año reafirma plenitud (ello afirmado sin empacho) con unos merecidos ya 100 años de vida. Lo más, Javier con su canto las revistió de particular elegancia e insufló en ellas la serenidad necesaria para que hoy día puedan ser escuchadas sin dejos de arcaísmo.

En corto, la inigualable voz de Javier es, en este centenario, el mejor medio para seguir brindándoles un espacio por demás vivo. Un Javier Solís no de 10 sino de 100, ¡qué va!

Por aquí nos vemos y leemos.

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