Ese Solís taíno, Siboney

enero 4, 2014 § Deja un comentario

Si bien Solís tuvo acaso en Puerto Rico a su segunda patria, el Caribe le brindó una gran perla cubana: la Siboney de Ernesto Lecuona. Así, si “Perfidia” es el bolero mexicano más cubano, “Siboney” es la cubana que se le hizo al mexicano.

Siboney (Ernesto Lecuona, 1929)
Siboney,
yo te quiero, yo me muero por tu amor;
Siboney,
en tu boca la miel puso su dulzor.

Ven aquí, que te quiero
y que todo tesoro eres tú para mí.
Siboney,
al arrullo de la palma pienso en ti;

Siboney,
de mi sueño,
si no oyes la queja de mi voz,
Siboney,
si no vienes:
me moriré de amor.

Siboney,
de mi sueño, te espero con ansia en mi caney,
porque tú eres el dueño de mi amor, Siboney,
oye el eco
de mi canto de cristal:
¡no se pierda por entre el rudo manigual!

Incluída en su disco Javier Solís en Nueva York, “Siboney” fue parte de esas jornadas laborales que a Solís, se dice, llegaron a fastidiar. Motivo hubo: echarse al hombro a pura voz creaciones de esta talla… ni que fuera tenor. Solís cantador, cancionero, hizo lo que pudo y, con hambre, cumplió con creces. Y uno que otro gazapo, ya se verá.

La tarea exigió. Solís prescindió del mariachi y fue la orquesta que acompasó y lo acompañó sin empaño. Ahí fue Solís, que sin ser Negrete, aquel tan celebrado en Cuba, nos ofreció una de las mejores grabaciones e interpretaciones de uno de los íconos de Lecuona. Hablando de Negrete y Cuba, por cierto, no sería aventurado afimar que Solís hubiera tenido igual o mayor eco en la isla de no haber habido los saldos revolucionarios; Puerto Rico, lo dicho, se ganó a Solís (y a tantos más que atizaron a uno de los más bellos hijos de Cuba: el bolero). El rudo manigual.

Solís, hay que decirlo, no quiso saber del manigual y optó por un “marigual”; también, no se arrulló con la palma, sino con el alma; y, finalmente en esto de los gazapos, repitió un verso y omitió el “porque tú eres el sueño de mi amor, Siboney”. De ahí en fuera, Solís se adentró a la medida, sobre todo a partir de la mitad: “y que todo tesoro eres tú para mí” le salió que ni pintado; los Siboney fueron eco preciso y precioso en la garganta javiersolista, y lo supo: sustituyó el subjuntivo de perder y cantó tras el imperativo “oye el eco de mi canto de cristal”: no se pierde.

Y no se perdió, Solís sin extravío llamó y encontró a Siboney. La música de Lecuona puede estar en paz con el de Tacubaya: ‘ta Cuba ya. Muy cierto que la musa de aquél, Esther Borja (recién fallecida a los cien años), tiene quizá a la mejor “Siboney”, pero Solís, ¿en su caney?, hospedó a cuerpo de rey a esta reina taína y cubana (la única, según mi base de datos de “compositores javiersolistas”). Como una Salomé, “Siboney”, con Solís, se nos sube a la cabeza, ¡qué va!

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