Con las mujeres de Javier Solís

marzo 8, 2014 § 1 comentario

Fueron en realidad muy pocas. Contadas con los dedos de las manos y pies son las canciones de compositoras que Solís interpretó: diecisiete. Un lugar especial, sin duda, lo tiene María Grever. Javier Solís grabó para Lara, Grever, Baena (1962) cuatro canciones de ella: “Así”, “Volveré” (acaso la más bella del disco), “Ya no me quieres” y “Cuando vuelva a tu lado”, todas con el mariachi Jalisco de Pepe Villa. De esa última hay también una versión con orquesta en Javier Solís en Nueva York (1965), junto con una canción más de Grever: “Te quiero, dijiste” (conocida también como “Muñequita linda”). En total, pues, cinco Grever à la Solís. Raro que no haya grabado “Júrame” (o quizá no se ha editado).

En aquel mentado disco neoyorquino se incluye la mítica “Bésame mucho” de la no menos mítica Consuelo Velázquez. De su autoría hay otra más en el cancionero javiersolista: “Que seas feliz”. La tríada de compositoras más reconocidas en México se completa con Emma Elena Valdelamar: Solís cantó, como nadie, su “Sin mañana ni ayer”.

Hasta aquí van ocho perlas con perfume de mujer. El resto se divide en ocho canciones de igual número de plumas, y una con su pilón: Beatriz Jiménez (“Bésame y olvídame”); Aurora M. Segura (“Piedad, Señor”, junto con Mario Martínez); Zulema de Mirkin (“Recuerdos de Ypacaraí”, junto con Demetrio Ortiz); Minerva Magaña (“Tú y la noche”); Irma Morillo (“Vengo a decirte adiós”); Consuelo Jiménez (“Ya no te burles”); Victoria Eugenia Sepúlveda (“Mañana”); y Graciela Olmos con “La enramada” y “Carabela”. De la canción de Victoria Eugenia Sepúlveda hay dos versiones, con mariachi y con banda, aquí hemos escuchado aquella con lavanda. Casi todas giran alrededor del tema sentimental, del amor posible o imposible; ofrecen, si se quiere ver así, la perspectiva femenina de tales asuntos. Hay, sin embargo, una excepción: “Carabela”.

Carabela: la diosa del mar (Graciela Olmos)
Estoy en el puente de mi carabela
y llevo mi alma prendida al timón;
un soplo de amores empuja mi vela
y zarpo cantando divina canción.
Ni marco mi ruta, ni llevo camino,
por donde mi nave ha de navegar;
yo sé que sin rumbo me lleva el destino:
será un día mi nave la reina del mar.
Que marque mi ruta el ave que vuela,
la estrella errante o el raudo ciclón;
yo quiero ver limpia mi fúlgida estrella:
será un día mi nave la diosa del mar.

Graciela Olmos, la Bandida, es la autora de este himno náutico. Sus dodecasílabos están pesados al centavo. La interpretación de nuestro cancionero lo hace, con todo y sus licencias, un himno javiersolista. De “La enramada”, también de Olmos, qué va, hay versiones para dar y repartir; la de Solís es íntima, coral y breve. Sólo y solo Solís ha navegado sin pérdida esta otra creación de la Bandida. Esta carabela es única. El puente musical, incluso, es, digamos, peculiar: “largo” y se toma su tiempo. La navegación acaso lo exige. ¿El tema? El mundanal andar, y qué mejor que contarlo entre olas.

Editada en El peor de los caminos (1962) la canción pasó a ser de inmediato un éxito y se incluyó en un par de discos de edición especial: El rey del bolero ranchero (2001) y A 40 años… me recordarás (2006). Es decir, que es la fecha que sigue siendo auténticamente javiersolista. La compositora, por su parte, vaya que tiene su historia.

«Era mujer de trabajo, de organización y de agallas», refiere su biógrafa Estrella Newman. La chihuahuense Olmos dio cuenta de ello desde su juventud. Sirvió e hizo servir. La música fue quizá su más fiel compañera, incluyendo a los compositores y cantantes que se apersonaban en su afamado lupanar. «Cabrones», advirtió, «a mí no me vayan a poner como heroína, porque yo fui solo cocaína». Así la diosa de soldaderas, corridos, mancebías y boleros. ¿Quién pedía peras con tales olmos?

Que quede pues este recuento de mujeres en este día de recordatorio, Día Internacional de la Mujer. Éstas son finalmente las mujeres de Solís: pocas pero muchas, de ahí que haya querido subrayar a Graciela Olmos y a su carabela: ¡qué nave!

En la sección de biografías, por cierto, de la Sociedad de Autores y Compositores de México sólo están las de Consuelo Velázquez, Emma Elena Valdelamar y Beatriz Jiménez. En la de esta última hay una anécdota: «Para mí fue muy sorpresivo cuando en una ocasión en que pasaba frente a un pequeño restaurante cercano a mi casa, escuché a Javier Solís interpretando “Bésame y olvídame”; esto ocurrió pocas semanas después de haber registrado la canción. Entré a escucharla, y de la emoción y gusto me puse a llorar como niña».~

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