Escenas irrepetibles (primera entrega)

abril 13, 2010 § 3 comentarios

En la filmografía de Javier Solís es 1964 el año que registra su mayor número de películas filmadas (10); dos de ellas son, me parece, por demás especiales y particulares. Todavía más, dos escenas son sencillamente irrepetibles e inolvidables.

La primera escena a tratar es parte de la película Aventura al centro de la Tierra (Crevenna, 1964) donde Solís personifica a Manuel Ríos, un periodista. Del filme, citaré parte de la reseña de José Luis Ortega Torres (en revistacinefagia.com): «[…] película donde un grupo heterogéneo de científicos e intelectuales pasean por remotos lugares en busca de aventuras y monstruos antediluvianos. Sólo que aquí el ecléctico conjunto esta compuesto por las bellas Kitty de Hoyos y Columba Domínguez; y las bestias David Reynoso y Javier Solís, entre otros, bajo el mando del siempre entrañable José Elías Moreno como el líder de la expedición, y el remoto lugar en cuestión, no es otro más que las grutas de Cacahuamilpa».

Ahí el primer ingrediente de esta nuestra escena: las grutas de Cacahuamilpa. Es decir, un escenario natural que ha sido aprovechado tanto para películas (v.gr., Macario) como para conciertos (v.gr., los de la Orquesta Filarmónica de Acapulco).

Volviendo a la citada reseña, se apunta también que, «Y a propósito, si tenemos en el cast de culto y cobarde escritor-periodista ni más ni menos que Javier Solís, pues entonces hay que aprovecharlo para que entone a capela el célebre bolero ranchero “Perdóname mi vida”, mientras su amada Columba Domínguez da muestras de ser ambiciosa y coscolina haciéndole ojitos al machote cazador David Reynoso».

Aquí pues el segundo ingrediente, el «Perdóname, mi vida» de Gabriel Ruiz Galindo y José Antonio Zorrilla Martínez (incluído, con mariachi, en el disco Sin mañana ni ayer).

Terminamos con más de la película volviendo a citar a Ortega Torres: «Psicotronías que en conjunto convierten a esta película en un objeto de culto en el extranjero, editado recientemente en DVD en los Estados Unidos y denostado por siempre en nuestro país gracias a las “cultas” opiniones de gente que como García Riera [Emilio G. R., historiador y crítico de cine] no hacían más que evidenciar su soberbia y disfrazarlas de exquisitez europeizada ¡puaj!».

Así las cosas, esto no es un disfrazado halago a la película en cuestión (ni un descarado copiar y pegar de textos), es sencillamente un recordatorio de aquella escena con ambos ingredientes que, junto con Solís, no tiene parangón alguno (ni siquiera con un Pat Boone cantando al piano»My Love is Like a Red, Red Rose» en la película Journey to the Center of the Earth [1959], o con una presentación para TV de un disco de Andrea Bocelli [Luz Elena González incluída]). Las grutas y el bolero coinciden, por primera ocasión y sin cabal réplica hasta ahora, en una voz que logra llenar armoniosamente, sin artificio alguno, el espacio.

En otras palabras, sin querer se nos dejó una alegoría: en el centro de la Tierra la única música posible es la voz de Javier Solís. ¡Qué va!

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