La llamarada al azar

noviembre 26, 2011 § Deja un comentario

Para esos ojos verdes como mares

Donde el azar es el llamado «señor llamarada»: Manolo Muñoz. A poco de darse a luz, Muñoz graba (en 1976) lo que será —al menos en México— su tema epónimo. De la autoría de colombiano universal Jorge Villamil, Manolo logra gracias a su flexible voz una «Llamarada» que da bienvenida correspondencia a aquellas «Espumas» (también de Villamil) de nuestro Solís. Aquí pues un paréntesis musical para aplaudir al buen Muñoz.

Heredero cabal de las glorias de Jalisco, Muñoz entiende que lo mejor es abrir camino a su manera pero a la altura: es el primer solista rocanrolero que graba en español a los nacientes clásicos del rock de los sesenta. Así, bien mirado, no desentona en nada al lado de Javier en —ya la platicamos aquí— la película Un callejón sin salida (1964), ahí, jovencísimo y a sus anchas, nos muestra de qué puede ir su arte.

Pasan años, más churros de películas y versiones en español de canciones en inglés, caravanas artísticas, venidas e idas, y llegan los 70 con contados intérpretes de la talla de la otrora pléyade. Manolo sigue ahí, en solitario pero acompañado ya de Guzmanes, Costas y Vázquez, compartiendo la lánguida escena musical. Ni el bolero o la ranchera tienen la fuerza de antes, y es la balada (y la fotogenia) lo que reina sin par. Surge la llamarada.

Con unos arreglos (de Moisés Ortega) que prescinden del original pasillo colombiano, es la voz de Muñoz lo que catapulta y enciende. (Todavía más, en el disco homónimo se hallan otras joyitas que sin duda hacen eco de la valía de la luz de Manolo.) La canción, cuenta su autor, nace tras la historia de amor de una pareja donde, recién casados, él —doce años mayor que ella— tiene un desliz con la hermana (de ella) y con todo siguen juntos, y no es sino años después que rompen y entonces Villamil escribe, en 1972, su espléndida «Llamarada».

La letra tiene, podemos decir, dos versiones, la colombiana y la mexicana. La primera, desde luego, es la del autor tal cual, hela aquí:

«Llamarada» (Jorge Villamil)
Necesito olvidar
para poder vivir,
no quisiera pensar
que todo lo perdí;
en una llamarada
se quemaron nuestras vidas,
quedando las pavesas
de aquél inmenso amor,
y si no he de llorar,
tampoco he de reír,
mejor guardo silencio
porque ha llegado el fin,
lo nuestro terminó
cuando acabó el amor,
como se va la tarde
al ir muriendo el sol.
Siempre recordaré
aquellos ojos verdes
que guardan el color
que los trigales tienen;
a veces yo quisiera
reír a carcajadas,
como la mascarada
porque ese es nuestro amor,
pero me voy de aquí,
te dejo mi canción;
amor, te vas de mí,
también me voy de ti,
lo nuestro terminó,
tal vez me extrañarás,
también yo soñaré
con esos ojos verdes como mares.

En la versión de Muñoz (la «mexicana»), amén del cambio del tempo, no se ha de morir y, el cambio mayor, se acaba la luz. Como fuere, ahí están los heptasílabos y, sobre todo, ese precioso endecasílabo final.

Como antes lo hiciera Javier, Manolo voltea a los maestros compositores y —ya se oye— en ese disco Llamarada (y la propia canción) interpreta con una apuesta (mejor no se puede hablar de ello, se sabe, con don Manolo) total a su voz. Conocedor del entonces juego, Muñoz pone su resto en la «Llamarada», y lo que sigue es historia: los 70 son de los baladistas y detrás de Muñoz, junto con José José, un grupo variopinto de cancioneros se darán a la tarea de, algunos, cantar.

Quizá podemos decir que esta es una de las canciones que sin problemas estaría en el cancionero javiersolista, no fue posible y está ahí presidiendo el recuerdo de Manolo Muñoz. Está muy bien, es la fecha que no encuentro mejor intéprete. Y es que, si bien no hace mucho Pepe Aguilar la grabó garbo con mariachi y Carlos Cuevas la canta regio, el sello de Manolo sigue siendo molde de esas y otras tantas versiones (aunque hasta eso no son muchas: no es cualquier canción para echársela al hombro).

De mariachi, por cierto, Aguilar no fue el primero: Muñoz, claro, lo hizo, y aquí un botón en vivo:

Y aquí la original del muy señor… «Llamarada»:

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