Un mexicano en el Tequendama
mayo 18, 2021 § 1 comentario

Una sola carta llevaron Los mensajeros a Colombia. Fue en Bogotá donde se dejó oír durante diez días consecutivos en el hotel Tequendama la voz de Javier Solís; también la radio y la televisión dieron cuenta de las notas y porte del mexicano. El acompañamiento corrió a cargo del mariachi Los mensajeros de José Isabel Paredes, que incluía, entre otros, al trompetista Heriberto Ramírez, El Chiflaburras, y al también integrante del Vargas, José Asunción Casillas. Fueron días fecundos, pues de ahí surgiría, se elevarían, las “Espumas” de Jorge Villamil en voz de Javier, que al escucharla quiso no sólo grabarla en su regreso a México, sino también cantarla, con papel en mano, en la última noche de sus presentaciones, 18 de septiembre de 1965, en el Grill del ya para entonces clásico hotel. En radio Todelar, en su programa Toderama, Javier se despachó con “Sombras”, “Payaso”, “Cada vez”, “Se me olvidó tu nombre” y “En tu pelo”, satisfaciendo así al respetable que antes ya había derribado el portón verde de la casona en la esquina de la calle 18-19 con carrera 5, sede de Radio Continental; en Inravisión, Javier participó en el programa estrella dominical Yo y tú. Las presentaciones en el Tequendama costaron setenta pesos colombianos (equivalentes a unos siete y medio dólares, hoy unos 65 USD) de cover por persona, pagados a la representación del cantante, según consta en el contrato firmado un 30 de agosto de 1965, y rescatado por los archivos oficiales del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia.

Yo y tú y Javier Solís
agosto 6, 2014 § 3 comentarios
Después de Puerto Rico, Colombia bien puede disputarse la otra patria de Solís. Con compositores como Jorge Villamil o el vals “Pueblito viejo”, Colombia le brindó al de Tacubaya un escenario entrañable. Incluso en su televisión.
«También, otros actores enriquecieron su elenco; desde Héctor Ulloa, el famoso máistro Régulo, hasta Hernando Casanova, que le dio vida aquí a su famoso Culebro, pasando por el ídolo mexicano Javier Solís, que participó en alguno de sus episodios», se lee en “Clásicos: Yo y tú, el precursor de la comedia colombiana” (en 50 Años: La Televisión en Colombia: Una Historia para el Futuro, Caracol Televisión, 2004).
El programa estuvo al aire desde 1956 hasta 1977, con Alicia del Carpio como protagonista, libretista y directora. Aquí un video de referencia:
Fue en 1965 cuando el programa acogió a Javier Solís y sus canciones. Cualquier video de aquel episodio se agradecerá desde ya, mientras una fotografía del recuerdo (vía un tweet del periodista colombiano Jairo Pulgarin):
En primera fila está Javier Solís entre una joven Lyda Zamora y una china poblana Alicia del Carpio, al lado de ellas están el periodista Alberto Piedrahita y el actor Carlos Muñoz, respectivamente.
Llego a la foto en cuestión a través de la cuenta en Twitter de @elreydelbolero, que recién comienza y en donde parece que habrá buen material e información relevante del ídolo Javier Solís. Sea pues, desde aquí le mandamos la mejor de las suertes, ¡qué va!
La llamarada al azar
noviembre 26, 2011 § Deja un comentario
Para esos ojos verdes como mares
Donde el azar es el llamado «señor llamarada»: Manolo Muñoz. A poco de darse a luz, Muñoz graba (en 1976) lo que será —al menos en México— su tema epónimo. De la autoría de colombiano universal Jorge Villamil, Manolo logra gracias a su flexible voz una «Llamarada» que da bienvenida correspondencia a aquellas «Espumas» (también de Villamil) de nuestro Solís. Aquí pues un paréntesis musical para aplaudir al buen Muñoz.
Heredero cabal de las glorias de Jalisco, Muñoz entiende que lo mejor es abrir camino a su manera pero a la altura: es el primer solista rocanrolero que graba en español a los nacientes clásicos del rock de los sesenta. Así, bien mirado, no desentona en nada al lado de Javier en —ya la platicamos aquí— la película Un callejón sin salida (1964), ahí, jovencísimo y a sus anchas, nos muestra de qué puede ir su arte.
Pasan años, más churros de películas y versiones en español de canciones en inglés, caravanas artísticas, venidas e idas, y llegan los 70 con contados intérpretes de la talla de la otrora pléyade. Manolo sigue ahí, en solitario pero acompañado ya de Guzmanes, Costas y Vázquez, compartiendo la lánguida escena musical. Ni el bolero o la ranchera tienen la fuerza de antes, y es la balada (y la fotogenia) lo que reina sin par. Surge la llamarada.
Con unos arreglos (de Moisés Ortega) que prescinden del original pasillo colombiano, es la voz de Muñoz lo que catapulta y enciende. (Todavía más, en el disco homónimo se hallan otras joyitas que sin duda hacen eco de la valía de la luz de Manolo.) La canción, cuenta su autor, nace tras la historia de amor de una pareja donde, recién casados, él —doce años mayor que ella— tiene un desliz con la hermana (de ella) y con todo siguen juntos, y no es sino años después que rompen y entonces Villamil escribe, en 1972, su espléndida «Llamarada».
La letra tiene, podemos decir, dos versiones, la colombiana y la mexicana. La primera, desde luego, es la del autor tal cual, hela aquí:
«Llamarada» (Jorge Villamil)
Necesito olvidar
para poder vivir,
no quisiera pensar
que todo lo perdí;
en una llamarada
se quemaron nuestras vidas,
quedando las pavesas
de aquél inmenso amor,
y si no he de llorar,
tampoco he de reír,
mejor guardo silencio
porque ha llegado el fin,
lo nuestro terminó
cuando acabó el amor,
como se va la tarde
al ir muriendo el sol.
Siempre recordaré
aquellos ojos verdes
que guardan el color
que los trigales tienen;
a veces yo quisiera
reír a carcajadas,
como la mascarada
porque ese es nuestro amor,
pero me voy de aquí,
te dejo mi canción;
amor, te vas de mí,
también me voy de ti,
lo nuestro terminó,
tal vez me extrañarás,
también yo soñaré
con esos ojos verdes como mares.
En la versión de Muñoz (la «mexicana»), amén del cambio del tempo, no se ha de morir y, el cambio mayor, se acaba la luz. Como fuere, ahí están los heptasílabos y, sobre todo, ese precioso endecasílabo final.
Como antes lo hiciera Javier, Manolo voltea a los maestros compositores y —ya se oye— en ese disco Llamarada (y la propia canción) interpreta con una apuesta (mejor no se puede hablar de ello, se sabe, con don Manolo) total a su voz. Conocedor del entonces juego, Muñoz pone su resto en la «Llamarada», y lo que sigue es historia: los 70 son de los baladistas y detrás de Muñoz, junto con José José, un grupo variopinto de cancioneros se darán a la tarea de, algunos, cantar.
Quizá podemos decir que esta es una de las canciones que sin problemas estaría en el cancionero javiersolista, no fue posible y está ahí presidiendo el recuerdo de Manolo Muñoz. Está muy bien, es la fecha que no encuentro mejor intéprete. Y es que, si bien no hace mucho Pepe Aguilar la grabó garbo con mariachi y Carlos Cuevas la canta regio, el sello de Manolo sigue siendo molde de esas y otras tantas versiones (aunque hasta eso no son muchas: no es cualquier canción para echársela al hombro).
De mariachi, por cierto, Aguilar no fue el primero: Muñoz, claro, lo hizo, y aquí un botón en vivo:
Y aquí la original del muy señor… «Llamarada»:
Canción de la Semana 11
abril 12, 2006 § 1 comentario
Como las espumas, que ni qué, así pasan los días. Ya disculparán la ausencia, selectos lectores, pero no el silencio, música hay y bien: «Espumas» (1962) del colombiano más cantado, médico Jorge Villamil (Neiva, Colombia, 1929), un pasillo colombiano que en voz de Javier es un bolero ranchero de antología.
Villamil, relata, se inspiró en una paseo al río Magdalena y así, con sus espumas, el talento y —nos cuenta Villamil— una decepción amorosa, nació «Espumas». Enorme.
En Colombia la mejor versión, según el mismo autor, es la del dueto Garzón y Collazos; es pues, me atrevo a decir, la versión que el autor imaginó y concibió con el clásico ritmo pasillo. Sin embargo, dígase, seguramente no imaginó lo que Solís podía hacer con sus viajeras espumas y un mariachi: magia pura. Aquí la letra:
Espumas (Autor: Jorge Villamil)
Amores que se fueron
amores peregrinos
amores que se fueron
dejando en tu alma negros torbellinosIgual que las espumas
que deja el ancho río
se van tus ilusiones
siendo destrozadas por el remolinoEspumas que se van
bellas rosas viajeras
se elevan en danzantes
y pequeños copos formando el paisajeYa nunca volverán
las espumas viajeras
como las ilusiones
que te depararon dichas pasajerasEspumas tembladoras
de aguas fugitivas
van retratando amores
y bellos recuerdos que deja la vidaSe trenzan en coronas
de blancos azahares
de rosadas diademas
cuando llevan flores de las siemprevivasEspumas que se van
bellas rosas viajeras
se elevan en danzantes
y pequeños copos formando el paisajeYa nunca volverán
las espumas viajeras
como las ilusiones
que te depararon dichas pasajeras
Esto, selectos lectores, es una fábula hecha canción. Las espumas se encargan de darnos la lección de los amores peregrinos y mejor no puede ser. El relato en voz de Javier es, como el contenido del relato, más que preciso. Sus acentos, su énfasis, sus pausas, sus jugueteos, en fin, así como mejor se puede dar cuenta (y cantar) este tipo de lecciones. ¡Bellos recuerdos que deja la vida!, subraya Solís, un ejemplo más de los alcances de su voz… Así como aquel final de las dichas pasajeras que hacen precisamente eso en voz de Javier: pasar y dejar pasar a otras más. Bello.
Envío
Sirvan estas espumas como saludo grande y danzante a los amigos de Colombia, algunos de ellos, javierisolistas de ley, próximos ya a visitar tierra mexicana. Bienvenidos, cuates.