Ondas javiersolistas
febrero 13, 2016 § 1 comentario
El sonido de un cataclismo cósmico ocurrido hace billones de años es lo que, en estos nuestros días, recién se ha escuchado. Hace cien años Albert Einstein formuló y predijo la existencia de ondas gravitacionales producto de, por ejemplo, fenómenos como aquél, la colisión de dos hoyos negros. Las ondas por fin se hicieron oír; se han visto a través del sonido.
Hay un bienvenida coincidencia en el universo javiersolista con tales acontecimientos físicos: hace cincuenta años Javier Solís grabó un cataclismo. Parida en 1963 por el maestro Esteban Taronji, “Cataclismo” se reprodujo en voz de Solís un par de años después (y fue incluída en el disco Payaso). Del trío —cantada por Felipe Rodríguez y Los Antares— paso al mariachi; de Puerto Rico llegó a México.
Así como los físicos preguntaron a las estrellas, Solís también lo hace y le pregunta a la distancia. Su eco llega hasta nosotros y seguramente hasta su dios. Desesperado, imagina Solís la reacción de partidas y desencuentros. Vemos el tormento, la necesidad de cantar ese particular bolero: Solís no copia ni emula, tan sólo quiere cantar para oír ese cataclismo. La letra, como las fórmulas del físico, es apenas la mitad del camino, resta la comprobación, y Solís se encarga de ello. En su interpretación retrotrae la ficción de Taronji, el respetable se convierte en testigo y, al fin, oye todo lo visto e imaginado por el intérprete. Un delirio, un desastre vuelto ordenada y puntual música. Como si el Universo nos cantara*.
Italianissimo Solíss
febrero 21, 2015 § Deja un comentario
«La típica canción italiana moderna de hoy», dijo Paul Anka al interpretar “Ogni volta” en el Waldorf Astoria en 1964 —el mismo año en que la cantó en el festival de San Remo y por la que ganó un disco de oro por el millón de copias vendidas (en Italia). La letra es de Carlo Rossi y la música de Roby Ferrante, quien la intepretó también en San Remo. La versión más conocida, pues, fue la del cantante extranjero, el joven invitado Anka.
Al poco tiempo sonó “Ogni volta” en español. El intérprete no fue ninguno de los jovenes en boga de aquel entonces, émulos de Anka y compañía, sea César Costa, Enrique Guzmán o Alberto Vázquez, qué va, sino un joven señor de la canción: Javier Solís.
Aquella versión de Anka no era cosa fácil (sobre todo si se la escucha en ese disco en vivo en el Waldorf): los arreglos son extraordinarios: pop sesentero de muy buena maquila, amén de italianissimos. La voz, también, tenía lo suyo, no por nada superó la versión de Ferrante. ¿Qué hubiera sido si Ferrante y Rossi hubieran invitado a otro cantante extranjero para el festival? ¿Qué tal Solís?
También la versión de Solís supera a la de Ferrante; también hubiera sido disco de oro. Frente a la de Anka, hay que decirlo, hay una bienvenida combinación de registros: la modernidad de la canción original y el toque clásico del ya encumbrado Solís. Frescura total y única.
Editada en aquél LP mítico de Sombras, “Cada vez” volvió a incluirse en el repertorio javiersolista en el reciente A 40 años… me recordarás. La diferencia entre ambas ediciones, por cierto, es curiosa: en la primera hay un tercer autor, Al Stillman; en la segunda, sólo Rossi y Ferrante. Como fuere, los arreglos con el mariachi están en su punto; ¡qué va!, soltó un Solís seguramente gozoso en la grabación, haciendo de las suyas junto con los violines. La inclusión en los éxitos lleva razón de ser, toda vez que es una canción con un perfil auténtico: tanto, que dio de sí para subsecuentes grabaciones… con acordeón, verbigracia, Los Rieleros del Norte o, años antes, Eliseo Robles y sus Bárbaros del Norte. Lo dicho, “Cada vez” resultó ser el lado más italiano de Solís (y vaya que hay de dónde escoger). Digan, caros lectores, si no. Che bel Solís!
Envidia de la buena
julio 3, 2014 § Deja un comentario
Algo tendríamos que hacer en México con tanta envidida de la buena. ¿Exportarla, certificarla? Mejor escucharla.
Un bolero moruno, se etiquetaría, este de Mario de Jesús: “Que se mueran de envidia”. Solís lo graba para el disco El peor de los caminos, donde también se incluiría otro tema del compositor dominicano, “Adelante”. (Un disco por cierto potente, de campeonato.) Si bien “Que se mueran de envidia” no alcanza la popularidad de “Y” o “Adelante”, la composición de Mario de Jesús se acopla igual de bien a la voz de Solís. Escuchémosla:
El trabajo vocal es envidiable. El estribillo remata con una vuelta de hoja a aquellos primeros versos morunos: más que hablarle a la pareja, se quiere que esta sea la que hable (y grite); se saca lo ranchero, donde lo haya.
Que se mueran de envidia (Mario de Jesús)
Que se mueran de envidia toditos,
que critiquen la forma de amarnos,
que este amor tan sincero y bonito
no lo rompe nadie así por así.
Que se mueran de envidia y de celos
los que nunca han amado de veras
que este amor que es la gloria del cielo
no lo vive nadie, verdad que es así.
Dilo tú, dilo tú,
grita fuerte lo mucho que me amas,
que se enteren que no hablo mentira;
dilo tú, dilo tú,
que se llena tu pecho de orgullo
al sentir que mi amor es tan tuyo.
Es la tercera vez de Mario de Jesús en este espacio. Solís, por supuesto, siempre ha sido la mejor excusa, pero hoy es otro cantante quien brinda una excelente oportunidad para hablar del dominicano y del mexicano: el boricua Frankie Ruiz, el papá de la salsa.
En el homenaje a Rafael Cortijo, 1982, la Primerísima de Puerto Rico, orquesta de Tommy Olivencia, tiene como primera voz a Frankie Ruiz, quien se despacha bonito y sabroso con este “Que se mueran de envidia”, con todo y guiño mexicano:
Así es como los grandes importan y exportan envidia de la muy buena. De República Dominicana a México, de México a Puerto Rico. Certificado. ¡Qué va, qué envidia envidiable!~
Como antes del después
febrero 28, 2014 § 2 comentarios
En la búsqueda de canciones mundiales, es decir, aquellas que han sido interpretadas en distintos idiomas (y a veces hasta en registros totalmente diferentes), uno puede incluir a “Come prima” (M. Panzeri, S. Tascanni, V. Di Paola, 1958). Y a Javier Solís en sus intépretes.
La balada lo es de principio a fin, pareciera que no da lugar a reinterpretaciones; sin embargo, Solís encuentra una: un bolero vuelto balada. El mariachi casi ni se percibe; la balada original, también. La voz de Solís domeña al pop italiano y nos hace creer que estamos ante un bolero. Cuando nos damos cuenta del engaño, al final de la canción, ya Solís fue y vino: nosotros apenas vamos. Escuchamos pues otro cover de Solís: “Como antes”.
Equivoqué la cuenta: son más de once las canciones que Solís versionó al español. Al toparme con “Como antes” volví al cancionero javiersolista y enlisté también las siguientes: “Al chiar di luna porto fortuna”, “Bon voyage”, “Tu si na cosa grande per me” y “L’edera”. Quihubo. Bien se puede decir que este ramillete en su conjunto da cuenta de la vanguardia de Solís; los baladistas apenas estaban por cimbrar la escena y ya él la calaba a pura voz. “Como antes” advierte por dónde pudo haber ido Javier: como Pedro por su casa (y no precisamente infante).
Todavía más, ni siquiera las versiones de un Mario Lanza o Roberto Alagna alcanzan la precisión de Javier. Y es que el suelo de “Come prima” es muy parejo: «dulcemente te diré:/ como antes, más que antes, te amaré». Así de fácil. En su momento, con un par de versiones en italiano, estuvo en listas de popularidad del Reino Unido. Nada raro, la sencillez es bienvenida e incluso pegajosa. La interpretación de Marino Marini es notable.
Con “Como antes” es un después este Solís. Aun sin estar seguros de la fecha de grabación (gracias, Sony México, por mantener el caos del repertorio), escuchamos una voz ágil mas no liviana, pues hay un esmero en cada frase: Solís pesa al centavo: “Como antes” vale su peso en oro. Escúchenla, selectos lectores, y verán cómo no le hace falta nada. Hasta ahora, según mis cuentas, está editada solamente en Mis 30 mejores canciones (Sony, 1998).
Una noche como esta de aquellas
febrero 16, 2014 § 3 comentarios
Una decena y pilón es lo que Solís se echó a la bolsa en cuanto a covers se refiere. Once versiones de canciones en lengua extranjera cantadas (por primera vez) en español y, la mayoría, con el acompañamiento del mariachi. Además del italiano, las canciones originales fueron en francés (“Et maintenant” y “Plus je t’entends”), portugués (“Ninguém me ama”) e inglés (“Maria” y “Night and Day”). Acaso por su ‘familiaridad’, el italiano es lo que más cantó Solís en español; en este espacio hemos hablado ya de “Il mondo”, “Al di la” y “Dio, como ti amo”, restan “Ogni volta” y “Ho capito che ti amo”: hoy toca el turno de “Una notte così”.
Gracias a la comunicación de un atento lector, Miguel Duarte, es que llego a este tema que, me cuenta, “tiene un tono como de Disney” y “nunca lo ponen en ningún lado”. Lleva razón. Con un intermedio de trompetas, Solís suelta hasta su ¡qué va!, y sin duda la pasa tremendo en una noche como ésas. Seguramente hasta mejor que la “novia de México” Angélica María, quien después de Solís también grabara “Una noche así” y la hiciera popular en México. Porque lo cierto es que con Solís no lo fue. Es más, según los registros, todo indica que estuvo enlatada y no fue sino hasta cinco años después de su grabación que salió al mercado junto con otras diez canciones (en un disco raro donde los haya, pero sin duda de conocedores: ahí hay desde el alegre “Gocemos nuestra vida” hasta el rasgueo de “Voy”, pasando por un casi recitado “El adiós del soldado”, la versión con mariachi de “Infieno y Gloria” y una puntual “¡Ay, cariño!”; y por suerte disponible en digital).
Los autores de “Una noche así” son italianos: Bruno Canfora y Dino Verde; la intérprete original, algo más, es decir, italo-norteamericana: Connie Francis. “Una notte così” se grabó en 1964 y al poco tiempo ya estaba en boca de Solís con la versión en español de Luis Fernando (?) Marval. La ‘cubierta’, sin embargo, resultó mucho muy diferente a aquella que se popularizara con la joven Angélica María, que, al oírla, guarda sólo la distancia del idioma y es en sí una copia de la hecha por Francis. El de Tacubaya se ayudó del mariachi para más bien recubrir (y descubrir) la sorpresa de una noche así.
Las pausas y silabeo describen la particular noche. U-na-no-che-a-sí, subraya Solís, y con ello sin duda logra otra noche: no una italiana en español, sino, solísmente, una de aquellas. ¡Qué va! Esta es la letra:
Una noche así (Canfora, Verde, Marval)
Una noche así,
una noche como ésta,
no he visto yo jamás, jamás,
una noche así.
Una noche así,
una noche como ésta,
no debe terminar jamás,
una noche así.
En la quieta oscuridad
se escucha sin cesar
de besos el rumor;
siento que el cielo es mío,
tan sólo mío,
y allí estás tú, mi amor.
Una noche así,
una noche como ésta,
ya no podré olvidar jamás,
una noche así.
Única resulta esta velada. Insisto, tanto el arreglo como la interpretación son algo más que la versión en español de una canción italiana. (Y ni hablar de la otra versión de Angélica María donde además de la repetición del arreglo hay un gazapo: «se escuchan sin cesar de besos el rumor».) Solís escucha atinadamente el rumor de besos y aun la letra en español no aclare, como la italiana, que “allí estás tú conmigo”, no hay duda de que el canto se da entre gratísima compañía.
Solís dijo que quiso darle al mariachi una elegancia con el bolero. Hizo bien… y más: dio también al bolero la elegancia de su mariachi. Con Javier Solís el bolero se despertó y se encontró en su cama convertido en una excepcional criatura. Unos lo llamaron bolero ranchero; otros, bolero con mariachi; e incluso algunos, bolero arrancherado. Dijeron también que nació con un “Amorcito corazón”. Como sea, cada mañana kafkiana era javiersolista para el bolero. Y para una que otra canción pop: “Una noche así” es (otra) muestra de estos despertares de aquellos.
Vuelvo a la sugerencia del caro lector Duarte: se la agradezco y la cierro con una estampa de Disney, con una postal de Disneyland. No mía, sino del payaso triste. Una postal fechada en noviembre de 1965 que Solís enviara a la señorita Fabiola Siria, su “chaparrita de oro”, su pequeña hija de seis años.
Tomada del Twitter de Renata Chapa y cedida por la nieta de Solís, Avril Siria.
Una entrevista y una canción
julio 6, 2013 § 2 comentarios
Antes que Elvis Presley y quizá al mismo tiempo que Frank Sinatra, Javier Solís hizo también suya la inspiración de Gilbert Bécaud y Pierre Delanoë. “Et maintenant” se escuchó en español gracias a Solís (y a la adaptación de Julio Guiu Clara); las trompetas abrieron la escena y los violines fueron acompañando a Javier en su letanía. “¿Por qué me dejas?” resultó ser el título de la canción: Javier no lo supo durante algún tiempo.
En el primer año de la SOLISMANÍA escuchamos la versión de Solís de ese éxito mundial. Recién ahora puedo oír una entrevista de Solís en Venezuela. Es del año de 1965, Javier está a días de concluír la filmación de “El hombre de la furia” (Orozco, 1966) —conocida también como “Más allá del Orinoco”— y brinda la entrevista a la Radiodifusora de Venezuela en el programa Las mexicanas del set. Llego al audio gracias al javiersolista Alan, y si bien pareciera estar entrecortado, tenemos el gusto de oír por unos minutos a este otro Solís:
Digo otro Solís pues lo comparo con aquél de esa otra entrevista (del año 1962) donde más bien (nos) platicó y contó; casi cinco años después Javier Solís se concentró en responder, «bueno, primero no me has dicho nada de… ¿canciones de todos o mías?», juguetear con el entrevistador, «Amanecí en tus brazos, no en los tuyos, no, en los de una chamaca», y hasta desmentirlo, «nada de que “ágil”, porque me estás diciendo que fui correlón, y no corrí». Estaba contento, a toda máquina, mencionó un par de recientes grabaciones próximas a salir al mercado: “He sabido que te amaba” y otra que, acotó, «en italiano es “Le mantené”, no sé en español, no recuerdo cómo se llama». Gazapo de Solís: se refería a la francesa “Et maintenant”. El tropiezo fue porque “He sabido que te amaba” es la versión en español de la italiana “Ho capito che ti amo”; la francesa sería incluída finalmente en el LP de Payaso (1966) y la italiana, meses antes, en el LP de Sombras (1966).
En aquella nota de 2006 hablé de un “bolero ranchero”: error, lo que escuchamos es una balada setentera en ciernes (madre acaso de tristes y naves del olvido) donde Solís, ¡oh, Javier!, se da el lujo de resumir, con los tonos de su voz, la canción en el último par de versos; también, escribí que tanto la versión en inglés (de Sinatra o Elvis) como la versión en español (de Solís) superaban a la original francesa: gran error, no había visto (ni escuchado) ésta en vivo y a todo color del blanco y negro de su compositor:
[youtube href=»https://www.youtube.com/watch?v=p1H_dMrDUNo]Al Gilbert lo que es de Bécaud y a Javier lo que es de Solís. «El mantenido», bromeó el entrevistador; «no les digo adiós, sino hasta la próxima», se despidió el entrevistado… «¿Y ahora?», nos mantenemos.
Un bolero samba javiersolista
junio 15, 2013 § 1 comentario
Después de grabarla con mariachi para —según rezó la contraportada— su noveno LP, Solís volvería a cantar, pero con trío, “Nadie me quiere” para —según mis cuentas— su undécima película. La samba-canção de Fernando Lobo y Antônio Maria, hecha éxito en 1952 gracias a la voz de Nora Ney, pasó al bossa nova, con Lúcio Alves, por ejemplo, y regresó a su origen con Solís: primero con mariachi y luego con trío.
Del “Ninguém me ama” al “Nadie me quiere” hay casi diez años. Solís no sabe del tiempo, en ese su disco Javier Solís con Acompañamiento de Mariachi (CBS 1960), el mismo donde incluye su epónimo “El loco”, el de Tacubaya tiene ya un dominio de las posibilidades y bien puede uno decir que está en la madurez de su carrera. El disco resulta tan redondo que fue acaso la suavidad de “Nadie me quiere” lo que la hacer perder protagonismo frente a compañeras como “Escándalo”, “Y”, “Luz y Sombra” y “Ojitos traidores”. Pero de que vale la oída, que ni qué:
Viene entonces la película Un tipo a todo dar (1962) y es ahora el trío Los Montejo lo que ayuda a subrayar la interpretación precisa de Solís. Non plus ultra. La canción vuelve de México a Brasil con otro título, quizá menos amada pero más querida, y qué más da: Solís con trío explicó en qué se parecen el bolero y la samba. Así Solís se adelanta a tristes y hipsters, y no queda sino escuchar:
Envío
A Pati Peñaloza por la selección.
Tras 47 del 66
abril 19, 2013 § Deja un comentario
Es en el final de su carrera cuando Javier Solís encuentra un particular norte volviendo al sur, al sur de los tangos. Él, quien buscó ser el “genial intérprete de tangos” con un Javier en ciernes, un Javier Luquín, se toparía con la luz de unas sombras; después vendrían “Y todavía te quiero”, “Pajarito cantor” y “En esta tarde gris”, todas con mariachi y la última también con orquesta, pero aquél 8 de febrero de 1965 fue de “Sombras… nada más”.
Como mandan los cánones, en plena tarde, sin madrugón y sin desvelo, Solís interpretó y grabó la letra de José María Contursi y música de Francisco Lomuto con los arreglos y dirección de Gustavo A. Santiago. La comparsa, según rezó la etiqueta del disco, corrió a cargo de los mariachis Jalisco de Pepe Villa y Los Mensajeros de J. Isabel Paredes. Desde la Argentina, pues, llegó la canción transgénero: un tango que pasó a ser bolero para llegar a lo ranchero… Para iluminar a Javier.
Salió a la luz con un —guiño lúdico— “Cuando calienta el sol” (de los hermanos Rigual); más tarde, en el aciago 1966, el disco de larga duración (LP) incluiría en el lado A: “Sombras”, “Cada vez (Ogni volta)”, “En mi viejo San Juan”, “Si Dios me quita la vida”, “He sabido que te amaba (Ha capito che ti amo)” y “Renunciación”; en el lado B: “Cuando calienta el sol”, “Retirada”, “Moliendo café”, “Qué va”, “Tu voz (Plus je t’entend’s)” y “Amanecí en tus brazos”. Así de macizo; no por nada en la contraportada se leyó lo siguiente:
Hechos, rostros y lugares que se esfuman en el pensamiento, formas difusas proyectadas en la pantalla del recuerdo; recuerdos desdibujados por el tiempo que se prenden insistentes en el corazón… Sombras nada más… Voz de cálidos matices e inflexiones mórbidas que se diluye en el espacio con sugerencias de pasados y vibraciones de actualidad; voz que traspasa los umbrales del alma, acompañando a las memorias pasadas y presentes; voz que ríe, que llora y que canta, para liberar a la expresión confinada en la lira del talento: voz que vibrando al unísono de la pasión que agita el alma del poeta, revela los más íntimos secretos del amor y la belleza.
Es la voz de Javier Solís, una de aquellas que tienen el timbre de la seducción y cuya expresividad recorre con facilidad toda la gama emocional del sentimiento. En este nuevo LP del gran artista, viene a corroborar sus éxitos anteriores, cantando como no lo había hecho hasta ahora, pues ha grabado estilos tan diferentes de canciones que es proeza admirable el hecho de dar a cada una de las melodías comprendidas aquí, su propia circunscripción destacando cada uno de los estados de ánimo que encierran.
He aquí el disco que esperaban los admiradores del artista sonorense [sic].
En la contraportada hay también una foto de Solís en plena sesión de trabajo. Sin adorno alguno, se le ve metido en su papel; parece estar en ese estudio de grabación, ése su playing field, ahí donde se (la) jugó, donde labró su garganta y la perfeccionó. Antes había ya dado campanazos varios: barnizó sin mácula creaciones de Lara, con y sin mariachi; “El loco” le brindó acaso su primer epónimo; esclavo y amo era ya del bolero ranchero y su entrega total llegaba hasta los valses con banda sinfónica. ¿Qué le faltaba? Sombras… nada más.
A partir de ese febrero de 1965, Solís subrayaría su calidad no solo con todavía una buena cantidad de grabaciones, sino también con sendos proyectos discográficos: Payaso, Y todavía te quiero, Javier Solís con orquesta y el Homenaje a Rafael Hernández y Pedro Flores. Se puede especular y decir que este LP de Sombras tardó un año en prepararse, pues la canción de Luis Demetrio, “Si Dios me quita la vida”, según la biografía de Solís, no se tuvo lista sino hasta la Navidad de 1965. El disco sin duda resultó ser algo más que grises sombras.
Dos años y meses antes de aquella grabación toral, en esa misma ciudad de México, nacía Aída Cuevas (24.09.1962); cuarenta y cinco años después de aquellas sombras javiersolistas, la cantante Aída Cuevas ganaría el Grammy Latino (11ª entrega) en la categoría “Mejor album de tango” con su disco De corazón a corazón… Mariachi Tango (Cuevas 2010), que incluyó, sí, “Sombras… nada más”.
La “reina de la ranchera” —como otrora el “rey del bolero ranchero”— toma un tango y lo cobija bajo el sombrero; devolviendo acaso el favor, en ese su premiado disco regresa las “Sombras” a su lugar de origen con apenas bienvenidos destellos de mariachi. Aída Cuevas —como otrora Javier Solís— se aventura en “nuevos” derroteros y sale premiada.
El tango “Sombras… nada más” le llegó a Solís con una letra distinta en su plena juventud: la original tiene algunas diferencias, Aída Cuevas lo canta manteniendo algunas. La principal, por supuesto, es el título: “Sombras”, a secas, terminan siendo con Javier (pues con Felipe Pirela aún tienen nombre y apellido). Aquí la letra “final” (con la versión original entre paréntesis):
Sombras… nada más (F. Lomuto y J.M. Contursi, 1943)
Quisiera abrir lentamente mis venas,
mi sangre toda verterla* a tus pies (vertirla)
para poderte demostrar
que más no puedo amar
y entonces morir después.
Y sin embargo tus ojos azules,
azul que tiene* el cielo y el mar (tienen)
viven cerrados para mí
sin ver que estoy aquí* (así)
perdido en mi soledad.
¡Sombras… nada más!
acariciando mis manos
¡Sombras… nada más!
en el temblor de mi voz
Pude ser feliz
y estoy en vida muriendo
y entre lágrimas viviendo
el pasaje* más horrendo(s) (los pasajes)
de este drama sin final
¡Sombras… nada más!
entre tu vida y mi vida
¡Sombras… nada más!
entre tu amor y mi amor* (entre mi amor y tu amor)
Qué breve fue tu presencia en mi hastío,
qué tibias fueron tus manos*, tu voz (tu mano y tu voz)
como luciérnaga llegó
tu luz y disipó
las sombras de mi rincón.
Y yo quedé como un duende, temblando
sin el azul de tus ojos de mar
que se han cerrado para mí
sin ver…
De principio a fin Solís mantiene el equilibrio y así, sobre la tendida cuerda, hace brillar su instrumento a fuerza de precisos movimientos. Sereno repasa los endecasílabos (à la italiana, ¿tango al fin?), reconcentrado borda el restante de las estrofas y remata el estribillo y sus octosílabos con una soltura cómplice del aire (y de una segunda con el mariachi), y Javier ahí y así, perdido en su soledad, se encuentra único e inalcanzable. El señor de sombras.
Aquí las “Sombras” de Solís:
Y aquí una versión en vivo donde no queda más que señalar el garbo del genial intérprete del tango Sombras… nada más:
[youtube http://youtu.be/r7hFz1qfFjM]Hay un detalle, avezado lector, con el que podemos despedir esta nota y recordar, oh luto, este 47º aniversario luctuoso de Javier Solís: el nudo negro en la garganta del cantor. Se trata de una corbata charra ya en desuso, e incluso excepcional para la época de Javier, que a manera de jáquima y simulando un gargantón, Solís solía vestir. Además de ese video, la corbata se puede ver en los otros cuatro que hasta ahora hay disponibles de Javier cantando en vivo (editados todos en el DVD A 40 años… me recordarás)… Y también en una foto que en enero de este año Aída Cuevas mostrara a sus seguidores en Twitter, esta es:
«Les comparto algo inesperado pero muy valioso para mí, la corbata charra de don Javier Solís. ¡Qué regalazo!», escribió Aída. Inesperado fue también aquel deceso del 19 de abril de 1966: «con el corazón no contaba», explicaría el médico Francisco Zubiria. Amar da drama, lo supo el corazón de Javier y lo contó. Lo cantó. Silos, seria soledad… es seda de los aires Solís.~
Pajarito cantor que llegaste hasta mí
abril 3, 2013 § 1 comentario
Si “¿Dónde estás, corazón?” nació como canción mexicana y se hizo cual tango, “Pajarito cantor” nació como tango y se hizo cual bolero ranchero… con Javier Solís (¿acaso como él mismo: de un tanguero Luquín a un ranchero Solís?). El compositor de ambas es Luis Martínez Serrano; Solís sólo grabó la segunda (y una más del compositor: “Si no estás conmigo”), con el acompañamiento del mariachi Los Mensajeros, para el disco Y todavía te quiero* (1966). Aquí hemos ya hablado de algunas canciones de ese disco: “Una limosna”, “Luz de luna”, “Espumas”, “Sigamos pecando” y “Las rejas no matan”; pendientes están, por ejemplo, el (tristemente) célebre “Amigo organillero”, la (tan) buscada “Gaviota” y ese otro (original) tango que da nombre al disco. Por ahora, este trino, este pajarito cantor.
Esta semana salió en los medios que en Venezuela un pajarito chiquitico se mete a una capilla, da tres vueltas, se para en una viga de madera, silba —bonito—, ve raro, silba un ratico más y se va dejando bendiciones y arengas… A saber qué clase de pajarito pudo imaginar (¿y sentir?) Solís en su interpretación. Con aquél chiquitico se sintió un espíritu revolucionario; con este cantor, la esperanza de la redención. Yo prefiero lo segundo —así visite entre grillos y rejas— a través de un penado Solís:
Pajarito cantor (Luis Martínez Serrano)
Solo estoy entre grillos y rejas,
condenado a morir en prisión,
y no brotan de mi alma las quejas
porque ahogadas quedan en mi corazón.
Fría está como mi alma la celda,
entra apenas un rayo de sol,
solo escucho que un ave muy cerca
al trinar alegra mi triste prisión.
Pajarito cantor que llegaste hasta mí,
mitigando mi acerbo dolor, no te alejes de aquí;
Pajarito cantor, si pudiera volar,
yo quisiera ayudarte a formar tu nidito de amor.
Mientras sufro la amarga condena,
que por ley la justicia dictó,
la avecilla mitiga mi pena
como un alma buena con trinos de amor.
Y en el fondo del alma se aviva
la esperanza de la redención
cuando el cuerpo cayendo sin vida
a mi alma permita volar al perdón.
Tango ranchero cabal. Después de que las trompetas y violines lo anuncien, Solís sale a escena en esa su triste prisión. Subraya contenido los decasílabos y en los estribillos libera la voz ranchera sin olvidarse, ¡qué va!, de sus tenues descensos. Una versión del tango se puede escuchar en Youtube con Emilio Tuero, ahí el “barítono de Argel” saca partido de su voz y logra sin problemas ecualizar el tango; lo cantor, por su parte, alza el vuelo más bien con la versión de Solís.
Si un pajarito viniera a darnos vueltas, ¿qué mejor que con Javier Solís?
Más de tangos y versiones en la siguiente entrega, ¡qué va!
*Edición mexicana, pues la argentina se edita (tras la muerte de Solís) con otro listado de canciones que no incluyen este Pajarito.