El trato y retrato de un marco

enero 28, 2025 § 1 comentario

De Javier se ha dicho que su ausencia dio paso a la presencia por fin de cantantes como Vicente Fernández; no tanto, sin embargo, de otros como Marco Antonio Muñiz. Él mismo lo cuenta en su recién publicada biografía Por amor (Ed. Misión, 2024).

A Muñiz le ofrecieron dos películas tras la negativa de Javier: Dos gallos y dos gallinas (1963) y Los apuros de dos gallos (1963), ambas dirigidas por Emilio Gómez Muriel y coprotagonizadas con Miguel Aceves Mejía. Aquellos fueron en gran medida los inicios de la carrera actoral de Marco Antonio Muñiz, quien un año antes había participado —solo con su piano— en la película La bandida (interpretando el tema ad hoc “Llegando a ti” de José Alfredo). En 1964 Muñiz y Solís compartirían pantalla grande en la película El pecador (Baledón, 1964), donde en realidad nunca salieron a cuadro en la misma escena, nadie canto la canción “El pecador”, y ni siquiera cantaron a dúo una gran versión de “Llegando a ti”: todo se hizo por separado.

Marco Antonio cuenta en Por amor que en su percepción sí había un cierto celo de Solís por el ascenso —valga anotar que el solista Muñiz inició tal carrera después que Solís— del tapatío. Dice Marco Antonio: «Desde que comenzamos a alternar escenario en el Teatro Blanquita, en algún momento que ocupé el mismo lugar que él en términos de importancia, pidió que me movieran más abajo, pues si no, amenazaba con irse del teatro.» Cuenta Marco también que el único lugar donde cantaron juntos fue en el programa de televisión El Yate del Prado, conducido por Lucho Gatica y Paco Malgesto.

La más o menos cercana relación de ambos cantantes se dio entonces entre 1962 y 1965, años en los que, por un lado, el de Tacubaya terminaría por cincelar su carrera artística y, por otro, el de Jalisco comenzaría a forjar su lugar «como uno de los intérpretes más completos e importantes de Latinoamérica» (Gilberto Santa Rosa dixit). La competencia era algo más que carreras solistas paralelas: eran las canciones mismas las que se disputaban las interpretaciones y, claro, el gusto del público. Por ejemplo, el primer disco solista (en 1962) de Marco Antonio incluyó “Luz y sombra” y “Escándalo”, ambas de Rubén Fuentes, grabadas un año antes en el noveno LP de Javier Solís; después, en el segundo disco de Muñiz se incluyó “Adelante” (Mario de Jesús), tema que también pasaría por la voz de Solís en un disco de 1962, El peor de los caminos. Ya con estas tres canciones se tuvo tela para poner a competir a ese par, y lo hicieron en escenarios como el Blanquita, donde Muñiz cantó hasta el hartazgo “Luz y sombra” y Solís, seguramente, remataba con su rúbrica exclamación «¡qué va!» su interpretación de “Escándalo” (asunto que, la exclamación, para algunos es referencia primera en esa canción, pues por los años de edición en LP se pensaría que fue ahí donde por primera vez Solís soltó a media canción un ¡qué va!).

El tercer disco de larga duración de Muñiz, Incontenible (1963), siguió con coincidencias de temas javiersolistas: por ejemplo, “A pesar de todo” y “Mentira, mentira”, donde esta había sido parte del quinto elepé de Solís en 1959 y aquella, un tema de Antonio Guijarro y José Torregosa, se le incluyera en el disco Romance (de 1964). Del cuarto disco de Muñiz, Seguiré mi viaje, se desprendió “El pecador”, tema que a Solís se le incluyera en su disco póstumo Rancheras con Javier Solís. Antes de Sigue de frente, Muñiz grabó el disco 12 maneras diferentes de decir te amo, donde sobresale “Si Dios me quita la vida” (Luis Demetrio), tema que formara parte en el mismo 1965 del mítico disco javiersolista Sombras. Del disco El despertar (1965) de Muñiz, un tema, “Te amaré toda la vida”, vuelve a ser incluido también en el cancionero javiersolista a través del disco (otra vez) póstumo Vida de bohemio; en ese disco de Marco Antonio, por cierto, hay una curiosidad: el tema del francés Gilbert Becaud “Et maintenat” presenta una de las dos versiones en español que en su momento se le hicieran, y ambas sí con Muñiz y Solís: “Y ahora qué” (la de Solís se tituló “Por qué te vas”, incluida en el disco Payaso [1965], y con ese título y versión se grabó en español por el mismo Bécaud y por otros como Raphael).

Competencia de canciones. He ahí el pique y celo de Solís, él que con su oído bárbaro sabía identificar dónde y cómo su voz vestía mejor las creaciones de los compositores. Una, acertada y curiosamente, ejemplifica tal celo de Javier: “Esclavo y amo” de José Vaca Flores.

Es 1961 y Marco Antonio Muñiz ya está comenzando a ser oído como solista y grabando sencillos (que en 1962, como se indicó arriba, se editarían en su primer disco de larga duración) en su casa RCA, mientras que Solís, en la Columbia, grababa también algunos a la par, y estaba, sí, atento a lo que grabara el naciente solista Marco Antonio con su acompañamiento de orquesta, pues, oído al fin, sabía lo que un acompañamiento de mariachi podía darle a ciertas canciones. El joven José Vaca Flores, empleado ya de la compañía Columbia, le da a oír primero el tema de marras a Humberto Sandoval (del Dueto Tapatío), quien le hace ver que esa canción era para Javier Solís: pues sí, la hice pensando en Javier Solís, respondió el compositor. En una reunión posterior el mismo Humberto, avispado, va y le dice a Javier: «oye, Javier, ¿ya oíste la nueva grabación que hizo Marco Antonio Muñiz?» ¿Cuál? ¿Cómo se llama? ¿Quién es el compositor? Javier Solís encara días después a Vaca Flores por andar dando temas a la competencia, y le pide que le presente la canción en cuestión. Acto seguido Solís le dice a su productor «Felipe, quiero grabar urgentemente una canción». Valdés Leal, una vez grabada, decide lanzarla al mercado como lado B de un disco sencillo junto con “El loco” (de Víctor Cordero; tema que, por cierto, el mismo Solís le pidiera al compositor que fuera exclusiva de él). “El loco” fue, como se esperaba, un éxito inmediato; “Esclavo y amo” tuvo que esperar un poco y a ser pedida primero en lugares como NY para entonces regresar a México a ser una joya más del cancionero popular. Ambas se acompañaron con el Mariachi Nacional de Arcadio Diaz; “El loco” con arreglo de Rafael Carrión y “Esclavo y amo”, con uno de Fernando Z. Maldonado.

Si hay ausencias que triunfan, dijera aquel, la presencia de Marco Antonio en la carrera de Javier, y viceversa, dio triunfos también. Las canciones fueron las principales ganadoras.

Dos apuntes finales: i) “Esclavo y amo” no la grabaría Marco Antonio sino hasta pasados treinta años, en 1991, cuando el tapatío grabara su homenaje a dos ídolos, Pedro Infante y Javier Solís; ii) confirmado por el compositor Vaca Flores, a quien el mismo Javier se lo aclarara, el grito ¡qué va! se grabó por vez primera en “Esclavo y amo”, ese fue su marco, y qué marco.~

Sigue cantando Amigo organillero

marzo 20, 2024 § 1 comentario

«Amigo organillero es producto de la inspirada vena del maestro R. Carrión, quien además efectuó este arreglo para Javier Solís y en ella se escuchan los evocadores acentos del organillo ambulante.» Es así como se presentó la canción en aquel el último disco publicado en vida de Solís, Y todavía te quiero (CBS, 1966), donde además del organillo, Solís tuvo el acompañamiento del mariachi Los mensajeros.

Tras su puesta en circulación, la canción, además de su éxito radial, obtuvo un halo de leyenda. Que si fue no sólo la última canción grabada de Solís, sino también, por la letra, su premonición; que si nunca nadie la quería grabar después, que si se la veía de mal agüero; que si el autor mismo se arrepentía de ella, etcétera. Lo cierto es que fue un hit y se la incluyó, un año después, en un disco homónimo, junto con otros éxitos del cantante, y con él en portada tocando un organillo.

“Amigo organillero” era parte del lado B de aquel Y todavía te quiero. La seguía, por cierto, “Espumas” de Villamil, una canción colombiana que Solís mismo trajo entusiasmado de Colombia y pidió para su grabación. A saber si Solís también le pidiera al maestro Carrión su “Amigo Organillero”, toda vez que fue sólo esa lo que le grabara el cantante al maestro compositor. Carrión fue más bien arreglista de Solís, y fue por él, lo aclara la citada contraportada, que se incluyó el acento del organillo.

Canción fatídica y dramática, el organillo sí que se hace sonar no precisamente para acompañar, sino para, lo dice la letra, arrancar pedazos. El cantante quiere morir, quiere chillar y quiere que siga tocando, llorando, el amigo y su organillo. Al señor de sombras le vino como anillo aquel sonido.

Años después, por fin, un reconocido cantante quiso grabar la mentada plegaria condenatoria, pero sin organillo. Pepe Aguilar prescindió de este y en su lugar se optó por una flauta. El organillo de Solís, que sonaba no sólo en la introducción, sino también a lo largo del canto, sólo se escucha con él y su versión. Porque ni siquiera Humberto Cravioto en su homenaje (Homenaje al grande del bolero ranchero, 2022), pues él cede el lugar a una trompeta introductoria, y ni hablar de aquella producción con banda de Pedro Rivera, donde un engrudo de metales sustituyen al organillo (y dan al traste en general a la voz de Javier).

Decía de la pertinencia de la canción y de la aureola de Javier, es decir, de sus sombras. No era la primera vez que Javier le cantaba al más allá, e.g., “Cuatro cirios” o “Si Dios me quita la vida”, pero sí acaso la primera en que se lograba recrear del todo la puesta en escena del enamorado abandonado y de luto: helo ahí, en la calle, de noche, dolido, chillando, haciendo amigos con un organillero y pidiéndole tocar. Se quiere morir, y qué más que un organillo para la espera.

No serán pocos los que se quejen del chillido, que lo es, del organillo, y supliquen su silencio; contados, contadísimos, son empero los que pueden incluso pedirle que los acompañe, y uno hasta se siente a escucharlos y aplaudirlos: Javier fue uno de ellos. ¡Qué va!~

Osa ya preso ser payaso

agosto 14, 2017 § 2 comentarios

En nueve se quedó la cuenta de canciones de Z. Maldonado con Solís, pero más de una habrá valido el doble. Una, incluso, se tiene en el cancionero javiersolista hasta con cuatro versiones (a saber: con Los Panchos, con trío, rondalla y con banda); y dos fueron las que, al parecer, Maldonado hiciera a la medida de Javier: “Qué va” y aquella multiversionada “Payaso”.

Arreglista también, Maldonado supo oír en Solís lo que todos veían, y ver lo que nadie había oído. No conforme con componerlo, Maldonado hasta lo arregló.

Si “Volver, volver” se vuelve coral cada que se canta (o grita, dicho sea con indirecta a los Fernández), “Payaso” se encierra en ese cofre que sólo Solís poseía, único e irrepetible. La hipocresía, por cierto, estaría en afirmar que “Volver, volver” tiene también lo suyo frente a un “Payaso”: no hay tal, la primera es muy inferior tanto en interpretación como en composición (y el propio autor lo sabía y reconocía). Si la anécdota es cierta, Maldonado no sólo vio la tristeza de un payaso a punto de salir a escena (después de una ruptura sentimental), sino también la poesía de aquella careta. Van los endecasílabos:

En cofre de vulgar hipocresía
ante la gente oculto mi derrota.
Payaso con careta de alegría
pero tengo por dentro el alma rota.
En la pista fatal de mi destino
una mala mujer cruzó el camino.
Soy comparsa que juego con mi vida
pero siento que mi alma está perdida.

A la mitad de camino la letra, su estructura, de verdad que se rompe. De una rima AB-AB se pasa a una herida CC-DD. Después, la risa de Solís redondeará la interpretación. La sella. Los estribillos con Solís sirven de maquillaje de esa careta inicial. Si la anécdota es cierta, Javier no sólo vio lo mismo que Maldonado aquella noche, sino también lo entendió de igual manera. El disfraz a la medida: lo que siguió fue la gran función.

Este año, el 20 de agosto, se cumplirán cien del nacimiento de Fernando Zenaido Maldonado. Los javiersolistas tenemos mucho que agradecerle, sus contadas perlas nos son invaluables, y sin duda su trabajo como compositor y arreglista allanó el camino de este nuestro cantante.

Estaría de más escribir que a Maldonado lo recordamos en este espacio con esta sencilla nota: a alguien como Maldonado se lo tiene siempre en mente cuando de Solís se habla y trata. Sirva de recuerdo más bien la siguiente postal: una canción de Maldonado —poco conocida incluso entre javiersolistas— y una imagen que intenta dar en el blanco (en señalar la puntería del maestro Maldonado con el intérprete Solís).

“Buena” con orquesta:

Javier Solís por AXR
Fotografía de Javier Solís intervenida por la artista visual Arantxa Rodríguez

Ondas javiersolistas

febrero 13, 2016 § 1 comentario

El sonido de un cataclismo cósmico ocurrido hace billones de años es lo que, en estos nuestros días, recién se ha escuchado. Hace cien años Albert Einstein formuló y predijo la existencia de ondas gravitacionales producto de, por ejemplo, fenómenos como aquél, la colisión de dos hoyos negros. Las ondas por fin se hicieron oír; se han visto a través del sonido.

Hay un bienvenida coincidencia en el universo javiersolista con tales acontecimientos físicos: hace cincuenta años Javier Solís grabó un cataclismo. Parida en 1963 por el maestro Esteban Taronji, “Cataclismo” se reprodujo en voz de Solís un par de años después (y fue incluída en el disco Payaso). Del trío —cantada por Felipe Rodríguez y Los Antares— paso al mariachi; de Puerto Rico llegó a México.

Así como los físicos preguntaron a las estrellas, Solís también lo hace y le pregunta a la distancia. Su eco llega hasta nosotros y seguramente hasta su dios. Desesperado, imagina Solís la reacción de partidas y desencuentros. Vemos el tormento, la necesidad de cantar ese particular bolero: Solís no copia ni emula, tan sólo quiere cantar para oír ese cataclismo. La letra, como las fórmulas del físico, es apenas la mitad del camino, resta la comprobación, y Solís se encarga de ello. En su interpretación retrotrae la ficción de Taronji, el respetable se convierte en testigo y, al fin, oye todo lo visto e imaginado por el intérprete. Un delirio, un desastre vuelto ordenada y puntual música. Como si el Universo nos cantara*.

*Porque, se sabe, en la Tierra, en el centro de la Tierra, la única música posible es la voz de Javier Solís.

Saludo a la retirada

abril 19, 2015 § 1 comentario

In memoriam mi señor padre

La historia de José Alfredo con Solís es más o menos similar a aquella con Negrete: la muerte le arrebató unos sendos intérpretes que estaban por explorar y hacernos descubrir semejantes universos josealfredistas. Si bien el de Dolores Hidalgo tuvo a su mejor intérprete con él mismo, pocos fueron los hombres que le brindaron vestidos a la altura; además de su compadre, y acaso primer intérprete, Miguel Aceves Mejía, también los llamados tres gallos —Infante la pasó a lo grande— cumplieron a cabalidad la tarea de cantar a José Alfredo. Digo pocos hombres pensando en aquellas mujeres que, sobre todo a partir de los 60, dieron fuerza inesperada, por donde se la mire, a la inspiración de José Alfredo.

El de Tacubaya fue protagonista de un particular renacimiento, o mejor dicho, de una modernización. Atrás parecían estarse quedando las rancheras de José Alfredo, como si en una década la Columbia le hubiera tomado la exacta medida y no hubiera más a dónde ir. Quizá de ahí el cambio de aires a la RCA Victor. Solís empero estaba en la primera casa de José Alfredo y no había que dejar pasar esa pelota. Jonrón de José Alfredo… con la Columbia de Solís; he ahí, de ejemplo, las siete de diez —las restantes tres habían sido ya grandes éxitos en la Columbia— canciones editadas en el disco de Javier Solís para homenajear a José Alfredo (a un año de su muerte): Dos ídolos que se fueron (1974).

Fueron más de diez canciones que Solís le interpretó a José Alfredo. Grabadas fueron once en total; la excluida en aquél disco-homenaje es “Media vuelta”, por cierto grabada antes por Solís que por el compositor. El palmarés lo encabeza “Retirada”, no sólo por su exclusividad javiersolista, sino también por la interpretación de Solís: tan de a peso que no por nada es parte del mítico disco Sombras. De interpretaciones en sí, lejos no se queda “Amanecí en tus brazos” (también en Sombras), donde Solís, bien podemos decir, brinda la versión masculina de la genial versión de Lucha Villa. Y qué decir de aquella “Media vuelta”, rescatada en el cedé A 40 años… me recordarás (2006) y, ojo ahí, versionada por Los Panchos (Enrique Cáceres en la primera voz) en el muy sabroso Los Panchos con Javier Solís. “Poco a poco (Llegando a ti)” tiene además esa otra versión irrepetible de película, que también hay que oír. “Serenata sin luna” tiene una peculiaridad: la incluida en Temas inéditos de sus películas abre con un popurrí de sonidos josealfredistas (¿cuáles?, sería la trivia). En fin, de todas estas, “Retirada” y “Amanecí en tus brazos” son reconocidas en los discos del libro Y sigo siendo el Rey (Sony Music 2013) como perlas de interpretación en audio y video, respectivamente. La segunda, su video, es parte, y esto no lo aclara el libro, de la película Especialista en chamacas (1965), donde también Solís se despacha con esta excelsa “Retirada”:

Pero hay más canciones de José Alfredo de película. Canciones que no fueron editadas en disco y que sólo están disponibles en video (sueltos en la red o en las películas mismas), a saber: “Amor del alma” (en Escuela para solteras), “El silencio de la noche” (en Los hermanos muerte) y “La bola negra” (en Escuela para solteras). Es decir, avezado lector, que Solís tiene catorce temas josealfredistas para dar y, mal que bien, repartir. La mayoría, ya se ve, son parte del cancionero nuevo del José Alfredo de aquellos años, uno que se insufló de bríos sesenteros que se expandían al ritmo y competencia de baladas, pop y rock, y ni hablar del bolero ranchero que Solís encumbraba. Lo dicho, a Solís se le acortó el viaje y a José Alfredo la bienvenida y renovada compañía.

Quise pues en este 49° aniversario luctuoso recordar a esta mancuerna. Un recuerdo, hay que decirlo, que se queda a años y ensombrecido por ese sí gran recuerdo que Daniel Santos les regaló a ambos en su Recordando a… Javier Solís y José Alfredo Jiménez.Un tema, sin embargo, bien puede valer más, y cerrar, este recordatorio. Un saludo, homenaje, a sus retiradas. Un dúo de película, claro, entre Solís y José Alfredo: “La bola negra”.

Cada quien agarró su camino,
cada quien escogió su estrella…

Italianissimo Solíss

febrero 21, 2015 § Deja un comentario

«La típica canción italiana moderna de hoy», dijo Paul Anka al interpretar “Ogni volta” en el Waldorf Astoria en 1964 —el mismo año en que la cantó en el festival de San Remo y por la que ganó un disco de oro por el millón de copias vendidas (en Italia). La letra es de Carlo Rossi y la música de Roby Ferrante, quien la intepretó también en San Remo. La versión más conocida, pues, fue la del cantante extranjero, el joven invitado Anka.

Al poco tiempo sonó “Ogni volta” en español. El intérprete no fue ninguno de los jovenes en boga de aquel entonces, émulos de Anka y compañía, sea César Costa, Enrique Guzmán o Alberto Vázquez, qué va, sino un joven señor de la canción: Javier Solís.

Aquella versión de Anka no era cosa fácil (sobre todo si se la escucha en ese disco en vivo en el Waldorf): los arreglos son extraordinarios: pop sesentero de muy buena maquila, amén de italianissimos. La voz, también, tenía lo suyo, no por nada superó la versión de Ferrante. ¿Qué hubiera sido si Ferrante y Rossi hubieran invitado a otro cantante extranjero para el festival? ¿Qué tal Solís?

También la versión de Solís supera a la de Ferrante; también hubiera sido disco de oro. Frente a la de Anka, hay que decirlo, hay una bienvenida combinación de registros: la modernidad de la canción original y el toque clásico del ya encumbrado Solís. Frescura total y única.

Editada en aquél LP mítico de Sombras, “Cada vez” volvió a incluirse en el repertorio javiersolista en el reciente A 40 años… me recordarás. La diferencia entre ambas ediciones, por cierto, es curiosa: en la primera hay un tercer autor, Al Stillman; en la segunda, sólo Rossi y Ferrante. Como fuere, los arreglos con el mariachi están en su punto; ¡qué va!, soltó un Solís seguramente gozoso en la grabación, haciendo de las suyas junto con los violines. La inclusión en los éxitos lleva razón de ser, toda vez que es una canción con un perfil auténtico: tanto, que dio de sí para subsecuentes grabaciones… con acordeón, verbigracia, Los Rieleros del Norte o, años antes, Eliseo Robles y sus Bárbaros del Norte. Lo dicho, “Cada vez” resultó ser el lado más italiano de Solís (y vaya que hay de dónde escoger). Digan, caros lectores, si no. Che bel Solís!

Es una ley eterna de llorar y reír

febrero 8, 2015 § 1 comentario

¿Cuál fue la mejor composición de Felipe Valdés Leal? Dentro de su obra, además de canciones, hay artistas, cancioneros como Javier Solís que, gracias al oído de Valdés Leal, hicieron a su vez obra contante y sonante. Para los javiersolistas el nombre de Valdés Leal es de sobra conocido, pero su trabajo no del todo, pues el reconocimiento se acota a su labor como productor y catalizador, incluso, de la leyenda Solís: he ahí la grabación de “Llorarás, llorarás”, cuando Javier insistía en llorar como infante lo que podía cantar como Solís; o aquella mañana de augurio cuando Valdés Leal le dice al muchacho Javier, «si puedes cantar “Violetas imperiales” con mariachi, ya eres millonario»; y ni hablar de aquellas producciones vanguardistas como Javier Solís en Nueva York. Lo dicho, la obra de Valdés Leal para con Javier Solís es sin duda una gran obra, ¿pero su mejor composición?

Las canciones de Valdés Leal abundan en el cancionero popular mexicano, pero no precisamente en el javiersolista. Con Solís sólo hay tres canciones de Valdés Leal. Tres muestras, ya se verá, del perfil de Valdés Leal como compositor y, por supuesto, del Solís intérprete. Tres canciones que pasan a veces desapercibidas, incluso en esos pequeños universos de discos donde fueron editadas. “Mal pagadora”, “Por voluntad de Dios” y “Borracho”, incluidas en Añoranzas, Javier Solís con el mariachi Perla de Occidente y Sin mañana ni ayer, respectivamente, son pues la trilogía de Valdés Leal como compositor en la obra javiersolista.

Sólo tres de más de trescientas canciones en voz de Solís es lo que Valdés Leal se permitió tener como compositor; él, que sabía mejor que nadie la reputación del intérprete Solís y su cotización con el resto de colegas compositores: «Todo se lo dan a Javier [Solís]», llegó a quejarse un Marco Antonio Muñiz. Dicho de otro modo, eres compositor y además productor del mejor cantante del país, ¿cuántas canciones le darías a grabar? Los derechos de autor y regalías al parecer no le fueron suficientes a don Felipe: su profesionalismo rebasó cualquier ego y de su cosecha dio a Solís sólo lo necesario. Más que suficiente: las tres canciones son sin duda una genial arista de semejante artista.

La “Mal pagadora” quedó hecha bolero en Añoranzas. Esa que con sentimiento ranchero cantó Miguel Aceves Mejía, pocos años después fue interpretada cual bolero para ese disco de, rezaba el subtítulo, boleros inolvidables. Valdés Leal puso a hacer de las suyas al buen Solís. Javier sopesó los versos pentasílabos y octosílabos de Valdés Leal, e impregnó su voz pura en una simple queja, así, sin chillidos ni reproches, sólo lo puntual. Le faltan fuerzas/ al corazón.

Meses antes, en 1957, la CBS sacaba al mercado el primer LP de Javier Solís… Con el mariachi Perla de Occidente. En la contraportada se lee que con tal disco la compañía había «descorrido el telón de la popularidad y la fama para la definitiva consagración artística de Javier Solís». Once boleros y una ranchera, amén de una portada con la fotografía de Solís que a la postre resultaría monografía, incluyó aquello. “Por voluntad de Dios”, inédita, palidecía ante el resto de jóvenes clásicas como “Angustia”, “Lágrimas de amor”, “Amor mío”, “Échame a mí la culpa” o “Quémame los ojos”; sin embargo, en “Por voluntad de Dios” está quizá el Javier más Solís de ese disco. El fastidio de Valdés Leal encuentra voz en ese recuento de Solís: de lo sagrado a lo carnal, de lo divino al frío, a lo frío: si alguien no escucha el callado y deseado divorcio, entonces tampoco el obligado matrimonio de esa historia. Aunque de corazón ya no te quiero. El temple de Solís apenas comenzaba y Valdés Leal lo estaba escuchando y probando.

Vendría la ranchera de Valdés Leal para Solís, vendría su quinto al piano, la del estribo: “Borracho”: canción javiersolista cabal, se la encuentra en Sin mañana ni ayer y en recopilatorios de éxitos como Mis 30 mejores canciones, El rey del bolero ranchero y A 40 años… me recordarás. Hay que oírla:

¿Quién dijo que nadie como Pedro para la hora del trago? ¡Qué va! Las inflexiones de Solís son certeras e insuperables. La composición de Valdés Leal, sus versos, son recorridos al centavo y con el peso exacto: el cantante está ya en la cima de la interpretación. La atmósfera, etílica, se huele por doquier. Los remates del estribillo, por ejemplo, son sensacionales; Solís juguetea con su media voz y acaso se ríe de ella. Pero la borrachera es de altura, cuidado, aquella copla de Valdés Leal no es cualquier cosa: conviven heptasílabos, endecasílabos y alejandrinos. El bálsamo que alivia mi amargura es savia pura, pero la mejor parte está en ese alejandrino que Solís hace único: Es una ley eterna de llorar y reír.

Los puristas suelen pasar de largo a Solís cuando hablan de boleros o de rancheras; otros lo hacen lugar común y, como París, lo nombran sin haberlo visitado, tan sólo turisteado. Unos y otros en realidad no lo conocen. Valdés Leal sí que conoció a Javier Solís, junto con él birló y burló a tales puristas y turistas. Así como Alfonso Reyes, explicó Zaid, llevaba y traía su prosa en carretones de carretillas que otros pensaron vacías, así también Valdés Leal ensaya y cincela con la voz de Solís a su mejor creación: un centauro leal. El bolero ranchero es algo más que bolero y algo más que ranchero; Solís es algo más que cantante de boleros o de rancheras; la mancuerna Valdés Leal-Solís es lo todo. La pregunta entonces es otra: ¿fue Javier Solís la mejor composición de Felipe Valdés Leal? En gran medida, sí.

Así las cosas, selectos lectores, no dejen pasar este jueves 12 de febrero: la Fonoteca Nacional, en su ciclo “Música popular mexicana”, y tras recibir la colección particular del maestro, brindará un homenaje a don Felipe Valdés Leal. He aquí la invitación y los detalles:

Flyer-oficial_FN-FEB-2015-FelipeValdesLeal

Envidia de la buena

julio 3, 2014 § Deja un comentario

Algo tendríamos que hacer en México con tanta envidida de la buena. ¿Exportarla, certificarla? Mejor escucharla.

Un bolero moruno, se etiquetaría, este de Mario de Jesús: “Que se mueran de envidia”. Solís lo graba para el disco El peor de los caminos, donde también se incluiría otro tema del compositor dominicano, “Adelante”. (Un disco por cierto potente, de campeonato.) Si bien “Que se mueran de envidia” no alcanza la popularidad de “Y” o “Adelante”, la composición de Mario de Jesús se acopla igual de bien a la voz de Solís. Escuchémosla:

El trabajo vocal es envidiable. El estribillo remata con una vuelta de hoja a aquellos primeros versos morunos: más que hablarle a la pareja, se quiere que esta sea la que hable (y grite); se saca lo ranchero, donde lo haya.

Que se mueran de envidia (Mario de Jesús)
Que se mueran de envidia toditos,
que critiquen la forma de amarnos,
que este amor tan sincero y bonito
no lo rompe nadie así por así.
Que se mueran de envidia y de celos
los que nunca han amado de veras
que este amor que es la gloria del cielo
no lo vive nadie, verdad que es así.

Dilo tú, dilo tú,
grita fuerte lo mucho que me amas,
que se enteren que no hablo mentira;
dilo tú, dilo tú,
que se llena tu pecho de orgullo
al sentir que mi amor es tan tuyo.

Es la tercera vez de Mario de Jesús en este espacio. Solís, por supuesto, siempre ha sido la mejor excusa, pero hoy es otro cantante quien brinda una excelente oportunidad para hablar del dominicano y del mexicano: el boricua Frankie Ruiz, el papá de la salsa.

En el homenaje a Rafael Cortijo, 1982, la Primerísima de Puerto Rico, orquesta de Tommy Olivencia, tiene como primera voz a Frankie Ruiz, quien se despacha bonito y sabroso con este “Que se mueran de envidia”, con todo y guiño mexicano:

Así es como los grandes importan y exportan envidia de la muy buena. De República Dominicana a México, de México a Puerto Rico. Certificado. ¡Qué va, qué envidia envidiable!~

Con las mujeres de Javier Solís

marzo 8, 2014 § 1 comentario

Fueron en realidad muy pocas. Contadas con los dedos de las manos y pies son las canciones de compositoras que Solís interpretó: diecisiete. Un lugar especial, sin duda, lo tiene María Grever. Javier Solís grabó para Lara, Grever, Baena (1962) cuatro canciones de ella: “Así”, “Volveré” (acaso la más bella del disco), “Ya no me quieres” y “Cuando vuelva a tu lado”, todas con el mariachi Jalisco de Pepe Villa. De esa última hay también una versión con orquesta en Javier Solís en Nueva York (1965), junto con una canción más de Grever: “Te quiero, dijiste” (conocida también como “Muñequita linda”). En total, pues, cinco Grever à la Solís. Raro que no haya grabado “Júrame” (o quizá no se ha editado).

En aquel mentado disco neoyorquino se incluye la mítica “Bésame mucho” de la no menos mítica Consuelo Velázquez. De su autoría hay otra más en el cancionero javiersolista: “Que seas feliz”. La tríada de compositoras más reconocidas en México se completa con Emma Elena Valdelamar: Solís cantó, como nadie, su “Sin mañana ni ayer”.

Hasta aquí van ocho perlas con perfume de mujer. El resto se divide en ocho canciones de igual número de plumas, y una con su pilón: Beatriz Jiménez (“Bésame y olvídame”); Aurora M. Segura (“Piedad, Señor”, junto con Mario Martínez); Zulema de Mirkin (“Recuerdos de Ypacaraí”, junto con Demetrio Ortiz); Minerva Magaña (“Tú y la noche”); Irma Morillo (“Vengo a decirte adiós”); Consuelo Jiménez (“Ya no te burles”); Victoria Eugenia Sepúlveda (“Mañana”); y Graciela Olmos con “La enramada” y “Carabela”. De la canción de Victoria Eugenia Sepúlveda hay dos versiones, con mariachi y con banda, aquí hemos escuchado aquella con lavanda. Casi todas giran alrededor del tema sentimental, del amor posible o imposible; ofrecen, si se quiere ver así, la perspectiva femenina de tales asuntos. Hay, sin embargo, una excepción: “Carabela”.

Carabela: la diosa del mar (Graciela Olmos)
Estoy en el puente de mi carabela
y llevo mi alma prendida al timón;
un soplo de amores empuja mi vela
y zarpo cantando divina canción.
Ni marco mi ruta, ni llevo camino,
por donde mi nave ha de navegar;
yo sé que sin rumbo me lleva el destino:
será un día mi nave la reina del mar.
Que marque mi ruta el ave que vuela,
la estrella errante o el raudo ciclón;
yo quiero ver limpia mi fúlgida estrella:
será un día mi nave la diosa del mar.

Graciela Olmos, la Bandida, es la autora de este himno náutico. Sus dodecasílabos están pesados al centavo. La interpretación de nuestro cancionero lo hace, con todo y sus licencias, un himno javiersolista. De “La enramada”, también de Olmos, qué va, hay versiones para dar y repartir; la de Solís es íntima, coral y breve. Sólo y solo Solís ha navegado sin pérdida esta otra creación de la Bandida. Esta carabela es única. El puente musical, incluso, es, digamos, peculiar: “largo” y se toma su tiempo. La navegación acaso lo exige. ¿El tema? El mundanal andar, y qué mejor que contarlo entre olas.

Editada en El peor de los caminos (1962) la canción pasó a ser de inmediato un éxito y se incluyó en un par de discos de edición especial: El rey del bolero ranchero (2001) y A 40 años… me recordarás (2006). Es decir, que es la fecha que sigue siendo auténticamente javiersolista. La compositora, por su parte, vaya que tiene su historia.

«Era mujer de trabajo, de organización y de agallas», refiere su biógrafa Estrella Newman. La chihuahuense Olmos dio cuenta de ello desde su juventud. Sirvió e hizo servir. La música fue quizá su más fiel compañera, incluyendo a los compositores y cantantes que se apersonaban en su afamado lupanar. «Cabrones», advirtió, «a mí no me vayan a poner como heroína, porque yo fui solo cocaína». Así la diosa de soldaderas, corridos, mancebías y boleros. ¿Quién pedía peras con tales olmos?

Que quede pues este recuento de mujeres en este día de recordatorio, Día Internacional de la Mujer. Éstas son finalmente las mujeres de Solís: pocas pero muchas, de ahí que haya querido subrayar a Graciela Olmos y a su carabela: ¡qué nave!

En la sección de biografías, por cierto, de la Sociedad de Autores y Compositores de México sólo están las de Consuelo Velázquez, Emma Elena Valdelamar y Beatriz Jiménez. En la de esta última hay una anécdota: «Para mí fue muy sorpresivo cuando en una ocasión en que pasaba frente a un pequeño restaurante cercano a mi casa, escuché a Javier Solís interpretando “Bésame y olvídame”; esto ocurrió pocas semanas después de haber registrado la canción. Entré a escucharla, y de la emoción y gusto me puse a llorar como niña».~

Una noche como esta de aquellas

febrero 16, 2014 § 3 comentarios

Una decena y pilón es lo que Solís se echó a la bolsa en cuanto a covers se refiere. Once versiones de canciones en lengua extranjera cantadas (por primera vez) en español y, la mayoría, con el acompañamiento del mariachi. Además del italiano, las canciones originales fueron en francés (“Et maintenant” y “Plus je t’entends”), portugués (“Ninguém me ama”) e inglés (“Maria” y “Night and Day”). Acaso por su ‘familiaridad’, el italiano es lo que más cantó Solís en español; en este espacio hemos hablado ya de “Il mondo”, “Al di la” y “Dio, como ti amo”, restan “Ogni volta” y “Ho capito che ti amo”: hoy toca el turno de “Una notte così”.

Gracias a la comunicación de un atento lector, Miguel Duarte, es que llego a este tema que, me cuenta, “tiene un tono como de Disney” y “nunca lo ponen en ningún lado”. Lleva razón. Con un intermedio de trompetas, Solís suelta hasta su ¡qué va!, y sin duda la pasa tremendo en una noche como ésas. Seguramente hasta mejor que la “novia de México” Angélica María, quien después de Solís también grabara “Una noche así” y la hiciera popular en México. Porque lo cierto es que con Solís no lo fue. Es más, según los registros, todo indica que estuvo enlatada y no fue sino hasta cinco años después de su grabación que salió al mercado junto con otras diez canciones (en un disco raro donde los haya, pero sin duda de conocedores: ahí hay desde el alegre “Gocemos nuestra vida” hasta el rasgueo de “Voy”, pasando por un casi recitado “El adiós del soldado”, la versión con mariachi de “Infieno y Gloria” y una puntual “¡Ay, cariño!”; y por suerte disponible en digital).

Los autores de “Una noche así” son italianos: Bruno Canfora y Dino Verde; la intérprete original, algo más, es decir, italo-norteamericana: Connie Francis. “Una notte così” se grabó en 1964 y al poco tiempo ya estaba en boca de Solís con la versión en español de Luis Fernando (?) Marval. La ‘cubierta’, sin embargo, resultó mucho muy diferente a aquella que se popularizara con la joven Angélica María, que, al oírla, guarda sólo la distancia del idioma y es en sí una copia de la hecha por Francis. El de Tacubaya se ayudó del mariachi para más bien recubrir (y descubrir) la sorpresa de una noche así.

Las pausas y silabeo describen la particular noche. U-na-no-che-a-sí, subraya Solís, y con ello sin duda logra otra noche: no una italiana en español, sino, solísmente, una de aquellas. ¡Qué va! Esta es la letra:

Una noche así (Canfora, Verde, Marval)
Una noche así,
una noche como ésta,
no he visto yo jamás, jamás,
una noche así.
Una noche así,
una noche como ésta,
no debe terminar jamás,
una noche así.
En la quieta oscuridad
se escucha sin cesar
de besos el rumor;
siento que el cielo es mío,
tan sólo mío,
y allí estás tú, mi amor.
Una noche así,
una noche como ésta,
ya no podré olvidar jamás,
una noche así.

Única resulta esta velada. Insisto, tanto el arreglo como la interpretación son algo más que la versión en español de una canción italiana. (Y ni hablar de la otra versión de Angélica María donde además de la repetición del arreglo hay un gazapo: «se escuchan sin cesar de besos el rumor».) Solís escucha atinadamente el rumor de besos y aun la letra en español no aclare, como la italiana, que “allí estás tú conmigo”, no hay duda de que el canto se da entre gratísima compañía.

Solís dijo que quiso darle al mariachi una elegancia con el bolero. Hizo bien… y más: dio también al bolero la elegancia de su mariachi. Con Javier Solís el bolero se despertó y se encontró en su cama convertido en una excepcional criatura. Unos lo llamaron bolero ranchero; otros, bolero con mariachi; e incluso algunos, bolero arrancherado. Dijeron también que nació con un “Amorcito corazón”. Como sea, cada mañana kafkiana era javiersolista para el bolero. Y para una que otra canción pop: “Una noche así” es (otra) muestra de estos despertares de aquellos.

Vuelvo a la sugerencia del caro lector Duarte: se la agradezco y la cierro con una estampa de Disney, con una postal de Disneyland. No mía, sino del payaso triste. Una postal fechada en noviembre de 1965 que Solís enviara a la señorita Fabiola Siria, su “chaparrita de oro”, su pequeña hija de seis años.

postalsolis
Tomada del Twitter de Renata Chapa y cedida por la nieta de Solís, Avril Siria.

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