Crónica de un aniversario luctuoso
abril 24, 2013 § 1 comentario
Como cada año, desde 1966, en el Panteón Jardín de la ciudad de México se reúnen no pocos admiradores para recordar a Javier Solís. Aquí la crónica de uno de ellos, Jesús González Uribe.
Aniversario 47 por Jesús González Uribe
En esta ocasión llegamos después de las 10 de la mañana, inmediatamente nos dirigimos al sepulcro donde descansa el gran Javier Solís, y la celebración eucarística ya había iniciado. El sacerdote que oficia es el Padre Flores, quien cada año nos acompaña y al parecer es amigo de la familia de la señora Blanca Estela. Durante la celebración el sacerdote pidió una porra para Javier Solís y al termino de la misa volvió a pedir a los presentes entonar otra porra a Javier Solís. Después de concluir ésta comentó que a criterio de él la porra no sonó fuerte y fue a destiempo, y pidió que se repitiera “para que Javier Solís la escuche desde donde esté y se levante a agradecerles”. Con estas palabras entonamos nuevamente la porra logrando con ello cumplir con el objetivo; los presentes, que en esos momentos éramos más de 100, volvimos a entonar una porra pero ahora dirigida al sacerdote.
Posterior a este evento eucarístico, se escucharon pistas de canciones de Javier Solís, que algunos de los presentes pasaban a cantar con micrófono, atrás del sepulcro de nuestro ídolo, y que la mayoría de los ahí presentes cantaban también; posteriormente llegó el mariachi y los presentes escuchábamos y cantábamos con ellos. Mis acompañantes de Querétaro querían tomarse una foto enfrente del sepulcro de Javier Solís, pero no se podía porque había mucha gente alrededor de ella. A lo lejos me saludo el lic. Cuevas y después de unos momentos lo fui a saludar: estaba platicando con el Sr. Antonio (hermano de Javier Solís) sobre la identidad de las personas que aparecen en unas fotografías —al parecer familiares de Javier Solís—, después que concluyó su plática me lo presentó y entre otras cosas comentó que su hermano Fernando ya había muerto meses atrás. Después de que se retiro el señor Antonio me comentó el lic. Cuevas que este personaje es medio hermano de Javier Solís; también comentó que al parecer nada más habíamos asistido al 47 aniversario tres personas del club: Rubén Robledo de Monterrey con un acompañante, su servidor de Querétaro con dos acompañantes y él a quien no le fue posible organizar algo por la tarde, y que al parecer los gemelos (Miguel Ángel y Marco Antonio) hijos de Javier Solís tampoco asistirían.
Durante el evento me dirigí a la entrada del panteón de la ANDA a comprar algún recuerdo del 47 aniversario. Serían como las 12 horas cuando llegó otro mariachi. Al hacerme a un lado para cederles el paso pude observar al compositor Alfonso Valencia Martínez, que se encontraba solo y pude platicar con él un largo rato. Me comentó que conoció a Javier Solís antes de que fuera famoso, aproximadamente en el año de 1952 o 1953, y que se enorgullece de ser el último compositor de canciones que entonó Javier Solís. Comentó también que fue en el año de 1963 cuando Javier Solís le grabó sus tres temas (“Un Divorcio”, “Puerto Triste” y “Ya no habrá mas serenatas”) en los estudios que se ubican en Naucalpan. Durante la plática tarareé la canción “Puerto Triste” y me comentó que primero es puerto alegre y luego puerto triste, que esta canción es simbólica porque representa lo que es la vida. También le comenté que hace dos años en el aniversario 45 traía un requinto y su acompañante una guitarra, “es muy cierto”, me dijo, “en aquella ocasión canté un corrido a Javier Solís”; la gente que pasaba le preguntaba que quien era él y él amablemente les respondía “Alfonso Valencia, el último compositor de Javier Solís”. Le volví a preguntar si podía cantar un pedacito del corrido a Javier Solís, respondió que le faltaba la guitarra pero sin más se arrancó cantando el corrido a capela que dice:
Un diecinueve de abril
del año sesenta y seis
se marchó Javier Solís,
para nunca más volver.
El mundo escucha su voz,
que viaja cual suave viento,
y nos llena el corazón
de nostalgia y sentimiento.
Su mariachi canta todo,
sus tristezas ya tu canto
no podrán acompañar,
cómo lloran tus violines
y trompetas porque saben
que jamás regresarás.
Ya te fuiste con los grandes
de la historia que éste pueblo
mexicano que te amó;
Fuiste tú toda una gloria,
nadie olvida la ternura de tu voz.
Ahora sí, Javier Solís,
ya no habrá más serenatas
que le demos a esa ingrata…
Desde este espacio se le agradece las atenciones y la amabilidad de platicar. Se le agradece también el CD que me obsequió con seis temas de su inspiración —que no tienen que ver con Javier Solís— los cuales son “La muerte y yo”, “De boca en boca”, “Fracaso total”, “Panchito y su pajarito”, “La cumbia del Pelón” y “Si vuelves”; a una de mis acompañantes le dio otro CD con otros temas y a la otra acompañante le dio copia del diploma que le otorgó la Secretaría de Marina Armada de México por haber obtenido el primer lugar en el concurso sobre cuentos (y le dio copia de dicho cuento titulado “El capitán y la sirena”).
Como mencioné líneas arriba, llegó otro mariachi después de las doce horas y a estas alturas ya había bastante gente, alrededor de 400 personas, todas ellas dispersadas dentro del panteón de la ANDA.
Después de estar escuchando por diferentes partes la música de Javier Solís, nos dirigimos al sepulcro donde descansa el gran Javier Solís para tomar algunas fotografías. El sepulcro se encontraba todavía inmaculadamente limpio, el pasto bien cortado con color verde encendido y el rosal bien regado; la fachada tiene un color negro y cuando es bañada por el agua ésta refleja un brillo de frescura; también se observó bastantes ramos de flores haciendo con ello un cuadro multicolor. A estas alturas del día había todavía poco hielo regado en el área del pasto. Después de tomarnos unas fotografías, nos fuimos a sentar en la parte de atrás del sepulcro en una frondosa sombra. De éste lugar ya no nos movimos: el ambiente en ésta área fue muy agradable: hicimos amistad con señoras y señores que era la primera vez que asistían y comentaban que estaban muy contentos con lo que habían presenciado. Hasta nuestro lugar llegó el lic. Cuevas y después de intercambiar algunos comentarios nos obsequió información digital muy valiosa sobre Javier Solís; como siempre muy agradecidos con el javierista numero uno, ojalá pudiera volver a estar con nosotros en el foro para que nos platique de todo lo que ha investigado; desde aquí mi reconocimiento a él: durante el evento lo vi obsequiando información digital a familiares del patrón, es decir, a familiares de Javier Solís.
Otra persona que estuvo presente a través del teléfono celular fue Felipe Ortiz, ya que llamó 2 veces para preguntar por los javieristas que regularmente asistimos a los aniversarios o cumpleaños de Javier Solís, y para preguntar sobre el evento.~
Tras 47 del 66
abril 19, 2013 § 1 comentario
Es en el final de su carrera cuando Javier Solís encuentra un particular norte volviendo al sur, al sur de los tangos. Él, quien buscó ser el “genial intérprete de tangos” con un Javier en ciernes, un Javier Luquín, se toparía con la luz de unas sombras; después vendrían “Y todavía te quiero”, “Pajarito cantor” y “En esta tarde gris”, todas con mariachi y la última también con orquesta, pero aquél 8 de febrero de 1965 fue de “Sombras… nada más”.
Como mandan los cánones, en plena tarde, sin madrugón y sin desvelo, Solís interpretó y grabó la letra de José María Contursi y música de Francisco Lomuto con los arreglos y dirección de Gustavo A. Santiago. La comparsa, según rezó la etiqueta del disco, corrió a cargo de los mariachis Jalisco de Pepe Villa y Los Mensajeros de J. Isabel Paredes. Desde la Argentina, pues, llegó la canción transgénero: un tango que pasó a ser bolero para llegar a lo ranchero… Para iluminar a Javier.
Salió a la luz con un —guiño lúdico— “Cuando calienta el sol” (de los hermanos Rigual); más tarde, en el aciago 1966, el disco de larga duración (LP) incluiría en el lado A: “Sombras”, “Cada vez (Ogni volta)”, “En mi viejo San Juan”, “Si Dios me quita la vida”, “He sabido que te amaba (Ha capito che ti amo)” y “Renunciación”; en el lado B: “Cuando calienta el sol”, “Retirada”, “Moliendo café”, “Qué va”, “Tu voz (Plus je t’entend’s)” y “Amanecí en tus brazos”. Así de macizo; no por nada en la contraportada se leyó lo siguiente:
Hechos, rostros y lugares que se esfuman en el pensamiento, formas difusas proyectadas en la pantalla del recuerdo; recuerdos desdibujados por el tiempo que se prenden insistentes en el corazón… Sombras nada más… Voz de cálidos matices e inflexiones mórbidas que se diluye en el espacio con sugerencias de pasados y vibraciones de actualidad; voz que traspasa los umbrales del alma, acompañando a las memorias pasadas y presentes; voz que ríe, que llora y que canta, para liberar a la expresión confinada en la lira del talento: voz que vibrando al unísono de la pasión que agita el alma del poeta, revela los más íntimos secretos del amor y la belleza.
Es la voz de Javier Solís, una de aquellas que tienen el timbre de la seducción y cuya expresividad recorre con facilidad toda la gama emocional del sentimiento. En este nuevo LP del gran artista, viene a corroborar sus éxitos anteriores, cantando como no lo había hecho hasta ahora, pues ha grabado estilos tan diferentes de canciones que es proeza admirable el hecho de dar a cada una de las melodías comprendidas aquí, su propia circunscripción destacando cada uno de los estados de ánimo que encierran.
He aquí el disco que esperaban los admiradores del artista sonorense [sic].
En la contraportada hay también una foto de Solís en plena sesión de trabajo. Sin adorno alguno, se le ve metido en su papel; parece estar en ese estudio de grabación, ése su playing field, ahí donde se (la) jugó, donde labró su garganta y la perfeccionó. Antes había ya dado campanazos varios: barnizó sin mácula creaciones de Lara, con y sin mariachi; “El loco” le brindó acaso su primer epónimo; esclavo y amo era ya del bolero ranchero y su entrega total llegaba hasta los valses con banda sinfónica. ¿Qué le faltaba? Sombras… nada más.
A partir de ese febrero de 1965, Solís subrayaría su calidad no solo con todavía una buena cantidad de grabaciones, sino también con sendos proyectos discográficos: Payaso, Y todavía te quiero, Javier Solís con orquesta y el Homenaje a Rafael Hernández y Pedro Flores. Se puede especular y decir que este LP de Sombras tardó un año en prepararse, pues la canción de Luis Demetrio, “Si Dios me quita la vida”, según la biografía de Solís, no se tuvo lista sino hasta la Navidad de 1965. El disco sin duda resultó ser algo más que grises sombras.
Dos años y meses antes de aquella grabación toral, en esa misma ciudad de México, nacía Aída Cuevas (24.09.1962); cuarenta y cinco años después de aquellas sombras javiersolistas, la cantante Aída Cuevas ganaría el Grammy Latino (11ª entrega) en la categoría “Mejor album de tango” con su disco De corazón a corazón… Mariachi Tango (Cuevas 2010), que incluyó, sí, “Sombras… nada más”.
La “reina de la ranchera” —como otrora el “rey del bolero ranchero”— toma un tango y lo cobija bajo el sombrero; devolviendo acaso el favor, en ese su premiado disco regresa las “Sombras” a su lugar de origen con apenas bienvenidos destellos de mariachi. Aída Cuevas —como otrora Javier Solís— se aventura en “nuevos” derroteros y sale premiada.
El tango “Sombras… nada más” le llegó a Solís con una letra distinta en su plena juventud: la original tiene algunas diferencias, Aída Cuevas lo canta manteniendo algunas. La principal, por supuesto, es el título: “Sombras”, a secas, terminan siendo con Javier (pues con Felipe Pirela aún tienen nombre y apellido). Aquí la letra “final” (con la versión original entre paréntesis):
Sombras… nada más (F. Lomuto y J.M. Contursi, 1943)
Quisiera abrir lentamente mis venas,
mi sangre toda verterla* a tus pies (vertirla)
para poderte demostrar
que más no puedo amar
y entonces morir después.
Y sin embargo tus ojos azules,
azul que tiene* el cielo y el mar (tienen)
viven cerrados para mí
sin ver que estoy aquí* (así)
perdido en mi soledad.
¡Sombras… nada más!
acariciando mis manos
¡Sombras… nada más!
en el temblor de mi voz
Pude ser feliz
y estoy en vida muriendo
y entre lágrimas viviendo
el pasaje* más horrendo(s) (los pasajes)
de este drama sin final
¡Sombras… nada más!
entre tu vida y mi vida
¡Sombras… nada más!
entre tu amor y mi amor* (entre mi amor y tu amor)
Qué breve fue tu presencia en mi hastío,
qué tibias fueron tus manos*, tu voz (tu mano y tu voz)
como luciérnaga llegó
tu luz y disipó
las sombras de mi rincón.
Y yo quedé como un duende, temblando
sin el azul de tus ojos de mar
que se han cerrado para mí
sin ver…
De principio a fin Solís mantiene el equilibrio y así, sobre la tendida cuerda, hace brillar su instrumento a fuerza de precisos movimientos. Sereno repasa los endecasílabos (à la italiana, ¿tango al fin?), reconcentrado borda el restante de las estrofas y remata el estribillo y sus octosílabos con una soltura cómplice del aire (y de una segunda con el mariachi), y Javier ahí y así, perdido en su soledad, se encuentra único e inalcanzable. El señor de sombras.
Aquí las “Sombras” de Solís:
Y aquí una versión en vivo donde no queda más que señalar el garbo del genial intérprete del tango Sombras… nada más:
[youtube http://youtu.be/r7hFz1qfFjM]Hay un detalle, avezado lector, con el que podemos despedir esta nota y recordar, oh luto, este 47º aniversario luctuoso de Javier Solís: el nudo negro en la garganta del cantor. Se trata de una corbata charra ya en desuso, e incluso excepcional para la época de Javier, que a manera de jáquima y simulando un gargantón, Solís solía vestir. Además de ese video, la corbata se puede ver en los otros cuatro que hasta ahora hay disponibles de Javier cantando en vivo (editados todos en el DVD A 40 años… me recordarás)… Y también en una foto que en enero de este año Aída Cuevas mostrara a sus seguidores en Twitter, esta es:

«Les comparto algo inesperado pero muy valioso para mí, la corbata charra de don Javier Solís. ¡Qué regalazo!», escribió Aída. Inesperado fue también aquel deceso del 19 de abril de 1966: «con el corazón no contaba», explicaría el médico Francisco Zubiria. Amar da drama, lo supo el corazón de Javier y lo contó. Lo cantó. Silos, seria soledad… es seda de los aires Solís.~
Un especial de radio en internet
abril 17, 2013 § Deja un comentario
Hoy miércoles a las 20 hrs de la ciudad de México (UTC -6) se transmitirá un programa especial dedicado a Javier Solís en Black Radio online.

Tomen nota, selectos lectores, la emisora es fácil de agarrar, incluso con dispositivos móviles a través de la app Tunein, así que no hay pretexto. Acá el de la tecla andará, desde acá, por ahí, ¡qué va!
El tiro de gracia a los 27
abril 11, 2013 § Deja un comentario
Con veintisiete años cumplidos Javier estaba lejos de ser Solís. Su nombre artístico estaba ya definido, sin duda, pero no así su estilo. En septiembre de 1957 había recibido su primer disco plateado por la canción —y primera gran oportunidad profesional— “Por qué negar” (Lara), que grabara en enero de 1956, es decir, meses antes de sus 25; para 1958 ya solo estaban quedando ecos, sin huellas, de aquellos sus primero pasos. Aún así, en ese periodo, 1956-1958, Solís se echó a la bolsa poco más de media centena de canciones. El propio director musical Felipe Valdés Leal creía que el cansancio estaba haciendo mella en el muchacho y de ahí que el estilo no encontrara lugar en él. Necesitaba un respiro: Solís seguía siendo infante.
Javier tomó nuevos aires en 1958 (también los probó, dicho sea, pues ese año conoció a Yolanda Mollinedo), se fue en caravana artística y regresó a los estudios de la Columbia a jugarse el destino con la ayuda de Valdés Leal y el maestro arreglista y compositor Rafael Carrión, quien, efectivamente, lo arregló y compuso para una grabación en particular: “Llorarás, llorarás” de Rafael Ramírez Villarreal.
Oír es raro; llorar, serio. Aquél día, en aquella sesión, un joven de 27 años se supo oír y seriamente lloró el recuerdo de su ídolo atascado en su propia voz. Muerte al imitador, ¿para qué llorar como infante lo que se puede cantar como Solís? Una vez identificada por Carrión, Javier también reconoció su propia voz: óyeme como quien oye a Solís. «De hoy en adelante imita a este señor en todas tus canciones», le habría dicho el maestro arreglista, y el enfermo se compuso. Es raro llorarse… y así cual palíndromo Javier regresó sobre sí.
Un antes y un después resultó la grabación de “Llorarás, llorarás”. Un parteaguas. La Columbia confirmó y mantuvo a Javier (¿y Solís a la Columbia?), las grabaciones fueron a más —a unas cuantas estaba de «darle en la torre» al compadre Infante de Carrión— y el solista se subrayó. ¿Qué habrá visto Valdés Leal en “Llorarás, llorarás”? Los boleros de Ramírez eran apreciados, “Nuestro amor” con Los Panchos era quizá respaldo importante, así como aquellos (otros) temas de película “Si tienes corazón” y “De pies a cabeza” interpretados por Toña la Negra y Pedro Infante, respectivamente. La apuesta se mantenía con el muchacho: a la yugular: bolero con mariachi: all in. Y se ganó la partida: vaya flush, una flor imperial y real.
No conformes con el éxito discográfico, “Llorarás, llorarás” se triplicó en pantalla: fue incluída en escenas de película de Javier: Tres balas perdidas (Rodríguez, 1961), En cada feria un amor (González, 1961) y Los cinco halcones (Delgado, 1962). Para el anecdotario, en un disco sencillo (de 45 rpm) hay un Pablo Flores (¿aquél amigo de Solís del trío México?) como compositor de la canción:

Pero se sabe que es de Ramírez y que salió al mercado (en contracara de “Después de amarnos”) en un disco así:

(Así tal cual, “Llorarás”, y con un primer nombre, “Isabell”, es como se reporta —con decenas de intérpretes amén de Solís— en la base de datos de la SACM, donde, por cierto, ninguna de tres canciones intituladas “Llorarás, llorarás” tiene como autor a Rafael Ramírez pero sí a un… Pablo Flores Lagunas. Para llorar.)
Curiosidad puede también ser el acompañamiento. Según esos primeros discos es el mariachi Zapopan de Miguel Martínez (maestro trompetista que acompañara a otros mariachis como el Vargas y a una pléyade de cantantes) quien acompaña al solista, pero para el disco de larga duración Llorarás, llorarás (1959) se señala en la contraportada a los mariachis Jalisco y México de Pepe Villa. ¿Fueron versiones diferentes? Tanto la canción que nos ocupa como “Mentira, mentira” y “Vengo a decirte adiós” ya habían sido grabadas, el resto (9) fueron primicia: me parece natural que, por cantidad, solo se diera el crédito a las nuevas grabaciones y que esas tres fueran mera inclusión. De Zapopan es pues el acompañamiento.
La canción también forma parte de discos de éxitos de Javier, Mis 30 mejores canciones (Sony 1998) y A 40 años… me recordarás (Sony 2006), y de dos sabrosas mezclas: Los Panchos con Javier Solís (Columbia ~1966), con una bellísima segunda de Enrique Cáceres, y Javier Solís con la Rondalla Venezolana (Sony 2011), con solo Solís de inspiración pues la Rondalla, sin mariachi, es la única que se escucha en ese track.
Aquí pues “Llorarás, llorarás”…
Llorarás, llorarás (Rafael Ramírez)
Llorarás, llorarás, mi partida;
aunque quieras arrancarme de tu ser,
cuando sientas el calor de otras caricias,
mi recuerdo ha de brillar donde tú estés.
Has de ver que mi amor fue sincero
y que nunca comprendiste mi penar;
cuando sientas la nostalgia por mis besos:
llorarás, llorarás, ¡llorarás!
No era para menos el éxito. Entre violines y trompetas Javier desarrolla sus matices en apenas dos minutos de voz. Sin chillido alguno, no es sino hasta el final que se escucha la suavidad de la tremenda fuerza de Solís. Arranca y brilla al centavo (y de a peso); comprende nostalgias: exhorta llanto… Llora la canción.
Si el texano Rafael Ramírez Villarreal no pudo pegar a lo grande con Pedro Infante, sí que lo hizo con Javier Solís. Al poco de haber sido grabada con las Hermanas Gongora (paisanas del compositor), “Llorarás, llorarás” en voz de Solís le brindó su primer hit y le hizo merecer, dada la popularidad de la canción, dos veces consecutivas el “Micrófono de Oro” (de la Asociación Nacional de Locutores de México). Cinco años hay entre aquella escena “De pies a cabeza” con Infante —en El mil amores (González, 1954)— y el año del renacimiento de Solís con Ramírez. Finalizado 1958 con esa esperanza de Javier en el estudio de grabación, fue 1959 cuando desde el norte, Texas incluído, y acaso por los oriundos aires del compositor, “Llorarás, llorarás” sonó hasta el centro de México, Tacubaya incluída: un muchacho de 27 años había encontrado la inmortalidad.~
¿Desde cuándo escribes sobre Javier Solís?
enero 25, 2013 § Deja un comentario
Hace siete años comenzó el intento. Más que escribir, quería hablar de Solís, o mejor dicho: caminar alrededor de su voz y dejar constancia de mis pasos (de mis tropiezos). En aquel enero del 2006 apenas y había un par de páginas dedicadas a Solís en internet. Hoy el número es quizá el mismo pero la calidad, sin duda, es otra. La mejor —nacida meses después de este espacio— es la del javiersolista Jorge L. Cáceres; año con año el javiersolis.net mejora y su creador lo hace una fuente muy segura para ver y oír a Solís. De textos, por otro lado, no había casi nada, apenas un par de notas que, básicamente, recordaban a Javier por algún aniversario luctuoso y lo dibujaban con conocidos trazos biográficos. Los grupos de admiradores compartían, eso sí, sus apuntes y comentarios en el club creado en Yahoo! Groups; aún lo hacen y dejan así constancia de las posibilidades de abordar a Solís. Aquí, hace siete años, quise darme ese chance: bordar por Javier.
Los cómos han sido distintos, desde la reseña de una canción hasta alguna temeraria ficción, pasando por palíndromos y cortinas de humo. Lugares comunes seguramente habrán estado a la orden del día: espero, no obstante, haberlos puesto en orden. Todo para estar alrededor de Javier Solís y no de Gabriel Siria Levario. Su biografía, creo, la he mantenido consciente e inconscientemente al margen. No me han interesado los dimes y diretes de la persona de Solís sino los del personaje. Rescatar el anecdotario javiersolista, meterme tras bambalinas (y no andar hurgando faldas ni pantalones, o trepando árboles genealógicos). Evito, parafraseando al poeta, los líos de masas y misas, y opto por las musas. Por las de Solís, por el intérprete de una pléyade de compositores que, en lo posible, he intentado también aquí darles la mejor cabida.
¿Entender a Javier? Quizá. ¿Pretenderlo? Seguramente. ¿Tenderlo? Sí, eso sobre todo. Esparcir su obra, untar su voz. Bañarme en esas aguas javieristas. Sumergirme, literalmente, en sus interpretaciones. Es la fecha que seguramente apenas y he conseguido el cometido. Me he ayudado de otros, es decir, también he traído aguas y pasiones a este molino, y vaya que la nadada ha resultado. Si bien los comentarios han venido a menos (quiero pensar que la novedad en general de los blogs fue su catalizador), los contados y selectos lectores me han brindado suficiente confianza como para seguir pensando que estas líneas se leen y son de algún interés.
He hablado de líneas: todas lo son por las notas. La voz de Javier se ha escuchado aquí gracias, en gran medida, a mis propios archivos de audio, esto es, que dada la política de Sony Music y la GEMA (la sociedad alemana de derechos de autor), desde Alemania no he podido aprovechar el material audiovisual de YouTube y sus usuarios. Es una lástima (y lastima), ¿qué les hizo Solís? ¿Les gusta cuando calla porque está como ausente?
«Déjame que te hable también con tu silencio», escribió aquél. De mi parte, he procurado hablar claro, sea con lámpara o entre sombras y, ojalá, como anillo al dedo. Simple. De Solís, lo sabemos, tanto su voz como su silencio es de estrella, tan lejanos y sencillos; si está como ausente: unas notas entonces, un qué va que nos baste, y estar alegres, alegres de que no sea cierto.
¡Qué va!
Una pasión por Solís
abril 11, 2012 § 3 comentarios
En Coahuila algo está pasando, y desde ahí nos llegan están líneas del saltillense Alejandro Pérez Cervantes, publicadas hace un año por allá (a razón del 45º aniversario luctuoso de Javier), pero que por supuesto, amén de vigentes, tienen espacio por acá.
❦
«Pasión de Gabriel Levario»
A mi padre
Hace ya 45 abriles que ingresó para siempre en la sombra. El peruano Víctor Hurtado ha sido uno de sus más precisos retratistas: «Había un abolengo pálido y remoto en la cara de Javier Solís. Su pelo cerrado, de luz negra y radiante, oprimía una frente exigua sobre cejas dispersas. Los ojos orientales, las colinas de los pómulos y los bigotes nimios historiaban su estirpe antigua, migrante y gloriosa. Todos los cuerpos hablan; el de Javier Solís dictaba una conferencia sobre el estrecho de Bering».
Primera Estación
Es condenado: el arduo barrio de Tacubaya lo ve nacer en 1931. Alcohólico terminal, el padre abandona a su familia de cinco hermanos. Poco después, su madre lo encarga con unos tíos, que toda su vida considerará sus únicos padres. Estudia hasta quinto año de primaria. A los 8 años fallece Valentina Levario, su madre adoptiva.
Carga con su cruz: empieza a trabajar transportando legumbres en los mercados. Al mismo tiempo, participa en festivales escolares de canto donde el primer premio era un par de zapatos. Recolecta huesos y vidrios para vender. También se ocupa como panadero, carnicero, payaso de circo y boxeador amateur: oficios que encarnará más tarde en sus películas.
Cae por primera vez: en el Teatro Salón Obrero adopta el alias de “Javier Luquín” y se presenta como cantante de tangos. Ya dentro del género ranchero, en 1955, muta su nombre a “Javier Solís”. Julito Rodríguez, primera voz del trío Los Panchos, lo escucha y lo recomienda para grabar su primer LP. Un extraño suceso retrasa su lanzamiento: durante el sepelio de Pedro Infante, sube a una cripta y a manera de homenaje entona una canción imitando al ídolo de Guamúchil. El gesto es mal visto por productores que retrasan el lanzamiento de su carrera durante varios años.
Se encuentra con su madre: luego de su éxito, ella lo busca y él la reniega. La disquera Columbia promueve el mito de su origen en Sonora, descendiente de una tribu yaqui.
Quinta Estación
Es ayudado: en 1959, por consejo del compositor saltillense Felipe Valdés Leal, abandona su afán imitativo y su carrera experimenta un meteórico ascenso gracias al éxito de “Llorarás, Llorarás”. Se impone como “el Rey del bolero ranchero”, género que había nacido un 23 de abril con “Amorcito Corazón”, tema insignia de su ídolo.
La Verónica le limpia el rostro: tímido hasta la misantropía, se casa por primera vez a los 20 años. Cae otra vez: durante su primera gira por Estados Unidos, graba su primer disco con banda sinfónica. Un álbum que no tiene la mejor aceptación. Consuela a las mujeres: fiel a fidelidades consecutivas, se casa cinco veces, y procrea nueve hijos, los últimos, Gabriel y Gabriela, con una muchacha de 17 años, a la que se une en un ritual yaqui: uniendo sus dos sangres.
Última Estación
Cae por última vez: sus capacidades lo condenan; como personaje de Borges, es capaz de aprender una canción con sólo escucharla una vez. Ya entrado 1965 su carrera entra en un ritmo delirante: graba 320 piezas, a razón de un disco por mes, además de la filmación de 10 películas, incluyendo una versión de Viaje al Centro de la Tierra, rodada en las Grutas de Cacahuamilpa, al lado del gran José Elías Moreno y Kitty de Hoyos, donde su voz resuena desde el centro del mundo.
Es despojado de sus vestiduras: su quebradiza salud lo obliga a interrumpir sus discos emblemáticos: Javier Solís en Nueva York y Tributo a Rafael Hernández, el boricua autor de “Perfume de Gardenias”.
Ascenso a la cruz y descenso: el 13 de abril de 1966 es ingresado al hospital para ser operado de la vesícula biliar. Extrañamente, existen cuatro versiones no comprobadas acerca de su fallecimiento: la operación, una apendicitis mal curada, el olvido de una pinza dentro de su cuerpo, y la más extendida: la omisión del cantante a la prohibición de tomar agua fría tras su operación, causante de un infarto. En la cumbre de su fama, a los 34 años, un testimonio: «rieguen con mucha agua mi tumba, sé que me voy a morir, esto no tiene remedio».
Resurrección
Admirado por monstruos de la talla de Frank Sinatra, sus grabaciones interrumpidas son rescatadas del olvido y remezcladas por su disquera: así surgen celebrados discos como Valses, donde el mariachi de Arcadio Elías acompañó a su portentosa voz, una fuerza de la naturaleza que atravesó la sombra para cimbrar el alma de sus creyentes futuros.
Bardo de las Bardas
«No importa: el rey inderrocable del bolero ranchero nos legó el viento poderoso de su voz, su timbre de hierro dulce, y su caudal de lágrimas y gozos sobre el que muchos lanzamos la nave valiente y aterrada de la adolescencia». Víctor Hurtado~
—Alejandro Pérez Cervantes
Carrillo no se nos olvidará
diciembre 2, 2011 § 1 comentario
Hoy dos de diciembre se cumplen 90 años del natalicio de Álvaro Carrillo. Este espacio ya ha hablado de él y, sobre todo, ha escuchado sus creaciones en voz del sempiterno Solís. Hoy, dos de diciembre, volvemos a Carrillo para celebrarlo con la última grabación de Javier de una de sus muñecas: «Se te olvida».
Canción hecha dos por un capricho telenovelero, Pepe Jara —nos cuenta él mismo en sus memorias— la canta «para calarla» en una reunión de amigos, y Ernesto Alonso, «nervioso y emocionado», la pide para su telenovela (ya al aire) La mentira (1965). Y le cambian el nombre. Desde entonces, con Jara, se catapulta y se consagra, pues sin duda él sigue siendo la medida ideal para tremendo bolero (quizá compartiendo lugar con su mítico, también de Carrillo, «Andariego»).
Ese mismo año de la telenovela, Javier la graba y la hace, al fin Solís, bolero ranchero. Se incluye en uno de sus mejores discos, Payaso, con arreglos y dirección de Fernando Z. Maldonado, Rafael Carrión y Gustavo A. Santiago. ¿El mariachi? Según la contraportada del disco hubo tres: Jalisco (de Pepe Villa), Nacional (de Arcadio Elías) y América (de Alfredo Serna). El lado B del acetato abre pues con este «Se te olvida (La mentira)»:
Todavía más, de las contadas grabaciones que Javier tiene cantando en vivo (es decir, aquellas que se han hecho públicas), una de ellas es —¡qué va!— «Se te olvida». Editada en aquél cedé-devedé A 40 años… Me recordarás (el cual ya hemos referido aquí). Ahí podemos ver a un Javier pleno, a pelo, echándose como pocos esa joya del Negro. Sin necesidad de gritos o alardes técnicos, él se limita a cantar e interpretar. Él, Solís, hace esto:
La escena es de aquel programa de televisión Noches tapatías, del que también, por cierto, se editó un cedé-devedé (en 2006) y en donde se incluye tan especial interpretación.
Así las cosas, no queda sino celebrar a Álvaro con más interpretaciones de este calibre, y mandarle, que no se nos olvida, el más sentido… ¡qué va!
Apenas ochenta años
septiembre 1, 2011 § Deja un comentario
Fue así como el maestro Borges comentó de sus ochenta en aquella entrevista con Joaquín Soler en el programa A Fondo (precisamente en 1980). Hoy, primero de septiembre del 2011, Solís también pudiera decirlo.
Es cierto que en la patria de Javier lo que suele recordarse más es la muerte del ídolo (y para muestra basta un Infante), con Solís —podemos argumentar— la persona nació Gabriel y murió Javier, de ahí que sea la muerte la efeméride. ¿Cuántos años, incluso, el cumpleaños habrá sido exclusivamente de Gabriel? A diferencia de Pedro o Jorge, Javier tuvo que nacer dos veces. No es pequeño detalle: el ídolo que se hace desde el nombre y no del todo desde la cuna. No será sino hasta sus veinte y tantos cuando el cancionero opte finalmente por el seudónimo.
Borges, dicen, bromeaba (sin conocer al político homónimo del «charro» aquél) con lo difícil que podría resultar su Jorge con el Borges. A Gabriel Siria le buscaron no tanto la facilidad pero sí la originalidad y musicalidad. El ídolo estaba por nacer. No es del todo claro cómo se llegó del Gabriel Siria al Javier Solís, pero sí se sabe del paso intermedio, Javier Luquín, nombre que poco o nada auguraba la unicidad de la voz del oriundo de Tacubaya. Como fuere, de Luquín se llegó a Solís y quizá el Javier representó el subrayado de aquel Gabriel. Justo en el blanco. Apenas Solís.
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¿Y qué se le puede regalar a Javier?
Volviendo a Borges, hace una semana la gente de Google lo homenajeó en su 112° aniversario del natalicio con un acertado logotipo (doodle). Hasta ahora con Javier los homenajes, como con otros tantos íconos artísticos en México, se han limitado a «ediciones especiales» de discos que, en realidad, no son más que meros recuentos (recopilaciones) de lo hecho en su momento por el propio artista. Es decir, que con los antecedentes que conocemos para con Javier, un disco más de esos —sin mayor aporte de creatividad (como por ejemplo la de un logotipo de Google)— será lo único que podemos esperar.
Pensé en esto hace algunos días cuando volví a escuchar el cedé de A 40 años… Me recordarás (Sony 2006). Lo escuché pero también lo vi. La gente de Sony Strategic Marketing (ello ahora lo tomo como ironía) tuvo la idea de hacer lucir el cedé como un disco de vinilo… y ya, el resto fue un copiado y pegado —«diseño de arte», reza en el interior— de fotos (de portadas) que, en la portada, muestran a Javier harto colorido y «conceptual». En su momento, recuerdo, al ver ese cedé à la vinilo creí que al menos ya había un atisbo de verdadero recuerdo y homenaje. Me equivoqué.
Dije volver a ver el cedé en cuestión porque lo comparé con uno de Vladimir Horowitz, Horowitz Plays Scarlatti (Sony 2010), en el que los productores también quisieron mostrar del todo aquellos años de gloria de los discos de vinilo (amén del contenido en sí, claro, que por cierto es contemporáneo de Javier: la grabación original es de 1964). Es una pasada, dirían los ibéricos, incluso la textura del cedé se asemeja a la de aquellos disos. Eso me lo pueden creer o no, pero aquí están las fotos (de ambos cedés).
También, véase, están las portadas. Observen cómo en la de Horowitz hay la sencillez suficiente, marco idóneo, para lo que el consumidor quiere escuchar. Y ni hablar del interior, ahí hay la acertada inclusión de la (copia de la) contraportada original que incluía, caray, notas del productor, mismas que se reproducen en páginas separadas para una mejor lectura. Aquí la parte encargada de Sony es Classical Originals, quienes afirman que los discos contemplados «son parte del legado cultural del Siglo XX», así, la idea es «recapturar la fascinación de grabaciones legendarias», incluyendo lo original (etiquetas, portadas, texto, etc.) más una cuidadosa restauración, todo para tener al final, concluyen, «únicos documentos en la historia del sonido grabado». Redondo como el disco mismo.
La compra de cedés aún existe (y que le pregunten a la piratería en calles de la ciudad de México), y si bien el formato emepetres gana terreno, el mercado discográfico sabe que todavía quedan los clásicos (como Horowitz o, lo digo sin empacho*, Solís). Comparar, por ejemplo, esas dos superficies y ver que en una de ellas hay esmero y en la otra ramplona imitación, no es regalo que se pueda dar en conmemoración alguna. Apenas si Solís.
¿Qué se le puede regalar a Javier? Eso, mayor cuidado y atención: pleno reconocimiento de su trabajo. Intérprete cabal, no hay discusión de lo que aquél Gabriel supo regalar —con creces— al dar nacimiento al cancionero Solís. Javier le tiene una gran deuda.
¡Feliz cumpleaños, Gabriel!
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*Igual que un Pepe Aguilar que, se sabe, afirmó: «si viniera un marciano y estuviera en mis manos enseñarle la música mexicana, le pondría a Javier Solís… la mejor voz que ha existido.»
45º Aniversario Luctuoso de Javier Solís, 1966-2011
abril 19, 2011 § 2 comentarios
Silencio: una petición, una súplica, un imperativo… un grito. Uno que Rafael Hernández (Puerto Rico, 1892-1965) nos regaló rodeado de durmientes flores (nardos, blancas azucenas y rosas), y Javier, ese nuestro Solís, lo bordó —frasear, dicen los entendidos— de principio a fin con una sapiencia hecha sentimiento.
No hay quiebre alguno, Javier se encarga, sin estruendo, de pedir la palabra para hacernos llegar ese silencio.
Son ya 45 años sin Javier en vivo y a todo color; desde el 19 de abril de 1966 hemos tenido que vivir a la sombra de sus tonalidades, de sus ecos. Así, desafiamos el silencio de su ausencia con su propia voz.
Es en este «Homenaje Inconcluso a Rafael Hernández y Pedro Flores» (1967) donde encontramos, además del silencio y voz de Javier, un viaje a la isla del encanto de la mano de un mariachi (y coros de las Hermanas Huerta). Es decir, que por si no bastara el genio de los boricuas, Solís, no conforme con el homenaje, brinda acaso una de sus mejores interpretaciones de boleros… de boleros rancheros. No resta más que seguir escuchando aquellas grabaciones para brindar, sin fin, merecido homenaje.
Silencio, pues, que Javier nos cante… que si nos ve llorando, morirá.
Imposible
febrero 10, 2011 § Deja un comentario
Imaginemos la escena: una gran pista de por medio y ahí en el rincón, a medias luces rojas y violetas, un grupo de músicos ataviados con traje de manta. Son por supuesto Los Xochimilcas, todos ahí los conocen y aplauden, así que está por demás la descripción. Pero no están solos esta vez, es decir, además de Martín Armenta (trompeta), Antonio Caudillo (batería), César Sosa (acordeón) y Francisco Gómez (contrabajo), les acompaña un hombre que, como ellos, sabe de guasa y, sobre todo, de buena música. Él como ellos se ha dado a la tarea de agarrar bien y parejo y cantar por ejemplo —lo afirma sin reparos— hasta Violetas imperiales con mariachi, si así se le pide y requiere. Esta vez, decía, Los Xochimilcas están acompañados de Javier Solís.
El ejemplar grupo de músicos está por interpretar al respetable (putas, señores, señoritos, damas, padrotes, en fin, parroquianos) una pieza musical del mismísimo, así lo anuncian, Flaco de Oro: Imposible. El coqueteo, las miradas (lascivas y curiosas) y las pláticas cesan junto con el vaivén de meseros, y sólo aquellos de paso experto y seguro —claro, un bolero-danzón no cualquiera— buscan el centro de la pista para hacer del baile un cómplice de Lara. Todo cual perfecto preámbulo de la introducción musical que correrá a cargo de, en este orden, la batería, trompeta y un certero acordeón.
Martín Armenta traza lo que Solís, al micrófono, redondea desde el primer endecasílabo: «yo sé que es imposible que me quieras». Cada uno en lo suyo hacen de Imposible una posibilidad perfecta de escuchar la comunión de voces extraordinarias; de metales finísimos, tanto la garganta de Javier como la trompeta de Martín nos regalan una interpretación que viste, al talle y al centavo, la inspiración de Agustín. Por supuesto, Sosa y su acordeón no se quedán atrás, y junto con el tempo de Caudillo y de Gómez, se completa el cuadro. Una maravilla.
Las parejas, por su parte, dan cortos pincelazos que iluminan la atmósfera y así el resto, acaso nosotros los testigos, obtenemos lo mejor de ésta nuestra especial noche. Músicos y cantante han cumplido con creces y el público conocedor también. El aplauso es sentido y nutrido, habrá quizá —siempre lo hay— quien pida otra vez por la canción, ¿envenenando así su corazón? Qué se le va a hacer, los músicos saben que amores y desamores son el verdadero público y que a ellos se deben. Vendrá de nuevo el golpe inicial, el soplo, la nota, la voz… el aliento.
Los Xochimilcas…
… y Javier Solís:
Brindis
A cinco años del primer post en la SOLISMANÍA, gracias mil por las visitas, lecturas y comentarios. A por más, que el javiersolismo nos espera y demanda, ¡qué va!
Actualización (2012)
Una estampa —muy bien pintada— a cargo de Natalia Lafourcade, ¡qué va!
[youtube http://youtu.be/NAgl-Vh0cNY]



